domingo, 22 de marzo de 2015

Autopsia – Segunda Parte

Era ahora cuando llegaba el momento más interesante del trabajo del Doctor Dorne, la hora de conjeturar e intentar reconstruir el camino que había llevado la víctima desde el día a día habitual hasta su mesa de observaciones.

“La víctima presenta además una fuerte contusión pre-morten en el torax, con laceraciones en el costado y el bajo vientre. Posiblemente debidas a un fuerte accidentes de tráfico. No obstante pese a la importancia de las lesiones, no parecen que fueran éstas las que le provocaron la muerte.”

Cuando estaba a punto de continuar con su examen, la puerta de la fiambrera – como le gustaba decir al doctor Dorne – se abrió de par en par para dejar entrar una camilla con una alargada bolsa de plástico negro encima. La respuesta del doctor ante la intromisión fue contundente.

 - ¡Saquen eso ahora mismo de ahí! - el tono con el que el doctor gritó a los camilleros fue muy áspero. Especialmente desagradable cuando miró a uno de ellos, que llevaba un estúpido gorro de Papa Noel en la cabeza, para continuar diciendo - ¡Estoy trabajando y no he dado permiso para que me traigan otro cuerpo, llevénselo!

 - Mire doctor Dorne – contestó  el que no llevaba el gorro más acostumbrado a los malos modos del doctor – Nosotros sólo cumplimos órdenes. El comisario Walters nos ha dicho que traslademos el cuerpo directamente al observatorio forense. Si tiene algún problema hable con él.

Dorne reflexionó un instante – El comisario en persona ha solicitado el traslado – comenzó a elucubrar – No es la primera vez que hace algo parecido. Si lo ha traído sin consultarme siquiera es que de alguna manera los dos cuerpos están relacionados – concluyó en su razonamiento. Una enorme sonrisa, que dejaban ver unos dientes torcidos y mal cuidados apareció de manera enfermiza en los labios del doctor.

 - Está bien – La expresión del doctor era totalmente distinta ahora – ¡Haber empezado por ahí, hombre! Dejen el cuerpo ahí , veamos que me habéis traído ¡Ah, y feliz año nuevo!

Apenas habían abandonado la estancia los dos camilleros, el doctor se acercó al recién llegado y comenzó a descorrer la cremallera de la bolsa que cubría el cuerpo – Año nuevo, muerte nueva – dijo riendo de su propio chiste. Y pulsando el botón de la grabadora comenzó su examen.

“Varón, caucásico. De unos treinta años, pelo corto, rubio. Constitución musculosa, hora estimada de la muerte entre las dieciocho y veintidos horas – ¡Vaya, que coincidencia! - La víctima presenta una rotura en el hueso interno de la muñeca derecha…”



Mike soportaba a su novia sólo por una cosa, bueno por dos. Por lo terriblemente buena que estaba y por lo mucho que le gustaba follar. Además de eso detestaba su estúpido acento, su incontable multitud de amigos sudacas, su parloteo interminable y su necesidad de estar siempre rodeada de familia y amigos. Pero bueno, qué se podía esperar de una puta hispana como ella.

Mery – Nada de María ¡Qué cojones era eso de María! - llevaba semanas hablando de su estúpida fiesta de fin de año. De todos los amigos a los que había invitado. De las chimichangas que había preparado para picar y yo que sé que más mierdas. No, el no iba a aguantar todo eso y menos por un polvo mal echado. Prefería irse con sus amigos a uno de esos locales de Tribeca.

Eso es lo que le dijo Mike a Mery, con otras palabras, claro. Pero ella en vez de decir que no pasaba nada, que ya se verían al día siguiente, le dijo que estaba harta de su actitud y ahí mismo le dijo que no quería volverlo a ver. Mike se marchó diciendo todo lo que pensaba de ella, de sus amigos y de su puta madre. Y de regalo dio un fuerte puñetazo en la pared, que acabó, en vez de arreglando las cosas como él esperaba, reventándole la muñeca.

Fue al hospital a que le entablillaran la muñeca sin que su mente dejara un instante de darle vueltas a lo que acababa de pasar - ¡Le habían dejado! ¡Una puta panchita le había dejado! ¡No, esto no iba a quedar así! - Cuando salió del hospital condujo su coche con la mano izquierda, la derecha apenas la podía mover, por los barrios del sur. Buscaba una puta, le daba igual si china, negra, del este. Le valía cualquiera menos una hispana. Sólo quería desahogar y liberar su frustración. Pero parecía que las putas se habían cogido el día libre.

Así que cambió el plan. Entró en la tienda de un paquistaní y allí pidió el whisky más caro que pudiera comprar con un billete de 50. Y en el asiento de atrás de su chrysler comenzó a beber.

Una hora mas tarde se decidió a coger de nuevo el coche. El alcohol que llevaba en la sangre la hacía no sentir dolor en la muñeca, así que se quitó la cédula que le habían y comenzó a conducir a toda velocidad. Había bastante tráfico, se notaba que la gente iba al centro a celebrar el puto fin de año. Accionó los limpias, porque comenzaban a caer copos de nieve. Mierda de día, pensó. Una suerte que fuera el último.