viernes, 22 de octubre de 2010

Las Aventuras de los Goonboys - Misterio en la Buhardilla - Tercera Parte

Marcos miraba imperterrito el cuadro a través del cual acababa desaparecer su mejor amigo.

Apenas alcanzaba a entender lo que acababa de pasar, y el pensar que hacía unos minutos se estaba riendo de la idea de Gregor para contactar con el conde le hacía sentirse mucho peor.


- Vamos pequeña, no ha sido culpa tuya-, Paula y Luis intentaban consolar a María. La menor del grupo que reía al principio por lo divertido que le había parecido todo, rompió a llorar cuando se dió cuenta de la desaparición de Gregorio. No podía evitar sentirse culpable, al fin y al cabo ella había encontrado aquel extraño tablero de madera con números.


- ¡No hay tiempo que perder!- interrumpió Marcos, recuperando la compostura. - ¡El conde nos ha propuesto un reto y nuestro amigo está en peligro, no podemos quedarnos aquí llorando!. ¡Tenemos que ir a la mansión del conde peña alta y buscar su cuerpo en el cementerio!.-Marcos sentía que ante la ausencia de Gregorio, él tenía que tomar el mando de las operaciones. Paula y Maria, que había dejado de llorar, lo miraban con cara que estaba a medio camino entre la incredulidad y la admiración. Luis, que se dio cuenta de ello no pudo reprimirse.

- ¡Un momento!, ¿quien te ha nombrado jefe?-

- ¡No me ha nombrado nadie jefe, pero alguien tiene que tomar las decisiones! - se defendió Marcos.

- ¿Y tienes que ser tu?- replicó Luis

- ¿Tienes algun problema, luisito?- contratacó Marcos.

- ¡Callaos los dos!-, interrumpió Paula. -¡Ya está bien!. ¡Tenemos que ir a buscar a nuestro amigo no podemos perder el tiempo en peleas absurdas!.-


Luis y Marcos asintieron, un poco avergonzados por la escena que acaban de protagonizar.

- Vale, de acuerdo- Marcos retomó la palabra. -¿entonces que necesitamos?.-

Luis se adelantó. - Si buscamos una tumba, necesitaremos palas y linternas. Puedo coger las que tiene mi padre.-La principal afición de el padre de Luis era su jardín por lo que tenía un buen surtido de herramientas.

-Bien- dijo Paula. -Maria y yo preparemos comida. Además nuestro padre suele ir mucho a pescar al lago, intentaremos conseguir un mapa de la zona.-

-¡Estupendo!- dijo Marcos, -yo me quedaré un rato más aquí, volveré a revisar el libro del tatarabuelo de Gregorio, a ver si encuentro algo más sobre ese conde. Debéis iros, antes de que regresen los abuelos de Marcos. Yo saldré por la ventana-

A media tarde todos se reencontraron en la salida del pueblo. Justo en el camino que llevaba hacia el lago. Cada uno con su bici y las cosas que habían quedado que llevarían. Solo faltaba Marcos que llegó unos minutos más tarde.


-Uf, hola chicos, perdón por el retraso.-

-¿Que te ha pasado?, ¿encontraste algo nuevo del marqués?- preguntó Paula.

-Pues si, descubrí que el retrato del conde, es, en realidad un autoretrato, lo pintó él mismo. Además encontré unos papeles donde se hablaba de un extraño grupo de pintores que se hacían llamar, Pintores del nuevo siglo. En teoría el conde de peña alta formaba parte de este grupo.

-¡Pero eso no nos ayuda a saber por qué se ha llevado a Gregorio!- saltó Luis.

-¡ya lo se Luis!, ¡y yo que le hago!-

-buenos chicos, dejadlo ya, y vamos que se nos hace tarde.- dijo Paula mientras se acercaba a los chicos para intentar que la discusión no llegara a más.


Siguiendo el mapa que habían traído las hermanas Hurtado, llegaron al lago. Desde allí podían ver la mansión del conde que dominaba el valle desde lo alto de una colina. Mientras bordeaban el lago empezaba anochecer. Cuando llegaron a la verja de la mansión ya no había rayos del sol.

La verja había aguantado bien el paso de los años, no así la gran puerta que daba acceso al recinto. Un fuerte empujón de Luis fue suficiente para que una de las hojas de la puerta cediese y cayese al suelo.

Los dos pisos de la mansión palacio del conde se levantaba antes ellos. Las paredes de la casa estaban totalmente cubierta por hiedras y las ventanas estaban cerradas con tablones de madera. La vegetación había crecido sin control en todo este tiempo, lo que dificultaba llevar las bicis. Decidieron dejar las bicis en la entrada.

Le dieron la vuelta a la casa buscando el cementerio que salía en el cuadro. Detrás de la casa encontraron un pequeño panteón. La puerta de madera estaba en el suelo. Cuando entraron vieron que la estancia era muy pequeña. En el suelo yacía la tumba del conde y en la pared del fondo sobre un pedestal habían una estatua de un águila.


-Ese es el simbolo de los “Pintores del nuevo siglo” – señaló Marcos. Todos lo miraron. - ¡que pasa!, ¡lo vi en los papeles que encontré en la buhardilla!.- se defendió. -Pero hay algo raro, en el dibujo que yo vi, el aguila tenía algo en el pico,un huevo, creo.-

-Bueno , vamos a cavar, se nos acaba el tiempo.- recordó Luis.


Luis y Marcos cavaron durante una hora. Hicieron un agujero bastante profundo, pero no encontraron nada.

-¡Joder, aquí no hay nada!- gritó Marco, tirando la pala al suelo.
-¿seguro que es aquí donde teníamos que cavar?- preguntó Paula

-¡yo que se!- contestó Marcos de malas manera.

-¡Esperad!, ¿que es eso?- dijo María, que se había quedando como ausente mirando la tumba. -¡Ahí hay algo!.-


Todos se reunieron alrededor de la tumba mientras María bajaba a coger lo que había visto. Cuando lo sacó y le quitó el polvo todos vieron lo que era, un huevo.


-¡Es el huevo que le falta a la estatua!- gritó Luis.


Se apresuraron a encajar el huevo en la estatua del águila. Acto seguido una pequeña puerta se abrió en el pedestal que soportaba el águila, dejando ver una escaleras que descendían en la oscuridad.

El pequeño pasadizo al que llegaron después de bajar las escaleras era tan pequeño que tenían que ir de uno en uno y de rodillas. Luis encaminaba la marcha. Las chicas iban en medio y por último Marcos.

Tras un rato caminando a gatas, Luis se paró.

-Chicos, aquí termina el camino. No se puede seguir, está bloqueado-, susurró Luis.

-¿Como?, ¡no puede ser!. ¡Empuja, grandullón!. -gritó Marcos desde atrás-

Luis empujó con toda si fuerzas y fuera lo que fuese que bloqueaba el camino cedió.

Los chicos salieron a una estancia en la que todos los muebles estaban cubiertos por mantas. Cuando las quitaron vieron que eran muebles de un despacho. Mesa de escritorio, sillas, un sofa, varias estanterías con libros. Paula se dió cuenta que encima de la mesa había un gran libro abierto.

-Esto parece ser un libro de cuentas o algo-, divagaba María. -Ah, no un momento. Es un libro de ventas. Parece ser que el conde vendía los cuadros que dibujaba. ¡Fijaos!, ¡hay direcciones de todo el mundo!, pero que raro, al lado del nombre de cada cuadro aparece la palabra “copia”.-


En ese momento los chicos emperazon a escuchar una tenue melodía.


-Es el concierto nº17 de Mozart para piano-. saltó María como un resorte.

-Vaya, parece que el dinero que se gastan nuestros padres en el conservatorio vale para algo-comentó, sarcasticamente, Paula.


María respondío a su hermana sacándole la lengua mientras Marcos y Luis se acercaban a la puerta de donde venía la música.

Antes si quiera de que tocara el pomo de la puerta, esta se abrió de par en par. La musica y la luz que salía de la sala embargó a los chicos que en un principio apena se dieron cuenta de lo que había en la sala.


Cuando se recompusieron de la sorpresa vieron en primer lugar a un chico que debía de tener su edad, vestido de mayordomo y con una máscara veneciana que le cubría el rostro.


-¡Bienvenidos!. Por favor, entren y diviértanse- les animó el mayordomo.


Una gran sala se habría ante ellos. Dos grandes lamparas de araña con decenas de velas iluminaban la sala. Una larga mesa en un lado de la sala estaba repleta de comida y bebida. Las paredes estaban cubiertas de cuadros. Todos muy similares a los que tenía Gregorio en la buhardilla. En todos los cuadros aparecía la figura del conde en primer plano y al fondo la casa pero siempre había algún elemento diferenciador en el cuadro, la perspectiva, el color, la luz... Como en el cuadro de Gregorio, en todos los cuadros de la sala, la figura del conde había desaparecido.

La sala estaba llena de chicos y chicas que tenían que tener mas o menos su edad, vestidos de traje fiesta y con máscaras venecianas de todo tipo. Los chicos charlaban amigablemente o bailaban al son de la música, ajenos a ellos que acaban de llegar.

Entre todos los chicos de la fiesta vieron un rostro familiar. La piel blanco nuclear, el pelo corto y despeinado, la cara redonda, la boca gande y sonriente. Era sin duda Gregorio el que charlaba con una chica a lado de la mesa del ponche.


[continuará]

viernes, 15 de octubre de 2010

Las Aventuras de los Goonboys - Misterio en la Buhardilla - Segunda Parte

[Viene de Las Aventuras de los Goonboys - Misterio en la Buhardilla - Primera Parte]

- Vale: lo admito, Gregor,.- Marcos alzó la mano buscando un "choca esos cinco".
- ¿Qué estas insinuando?
- Esta vez casi consigues que me lo trague.
Gregorio iba a defenderse de las acusaciones de Marcos.
- Tío, todos sabemos que harías lo que fuera para no ir a la piscina. Pero montar todo esto sólo para que vengamos a hacerte compa…
Gregorio se acercó a Luis, mortalmente serio.
- Que te quede claro que no intento llamar la atención de nadie. Y mucho menos a un títere que Paula…
- ¿Qué me has llamado…? – Luis se arrancó como un toro ante la insinuación, más preocupado por impedir que Gregorio terminase la frase que por defender su honor.
- Chicos…
Gregorio y Luis frenaron en seco y giraron su cabeza hacia el cuadro. Paula estaba ante él, en cuclillas y examinando el contorno en blanco que el Conde había dejado tras de sí.
- Esto es muy raro. – Paula deslizó sus dedos por el recorte de la silueta en blanco, dejando varios surcos a su paso. – Tiene polvo como de unos cuantos meses… pero la superficie en blanco parece nueva.
- ¿Y eso quiere decir…? – Marcos resopló con impaciencia.
- Eso quiere decir que no ha sido cosa de Gregorio.- Paula se incorporó, limpiándose el polvo.- Esto es de verdad.
Luis miró a Gregorio en silencio. Y luego encaró a Marcos.
- ¿Ves? Lo que yo decía. – volvió a mirar a Gregorio, quien negaba con la cabeza y la mirada baja.- Y ahora, ¿cómo encontramos al Conde?
Gregorio miró el cuadro y señaló la mansión pintada en su fondo.
- Propongo que vayamos allí a buscarlo. Si salimos ahora con las bicis…
- Vale: es oficial.- Marcos se encaminó a la puerta.- Estáis como cabras.
- Venga ya, Marcos. – Paula se acercó a él. Un flequillo rubio le caía sobre la frente.- Cuantos más seamos, menos tardaremos…
Marcos la miró y pensó que nunca se había fijado en lo bien que le sentaba ese peinado a Paula. Durante un segundo se olvidó de que esa misma noche había una barbacoa en el campo de sus tíos. Se olvidó incluso de que iban a acudir las amigas de su primo Juan.
La voz de Luis lo sacó de sus ensoñaciones.
- Bah. Si tiene miedo, que se vaya… - se acercó a donde estaban Marcos y (sobre todo) Paula.
Marcos dedicó su mejor sonrisa a Luis y se limitó a darle un par de palmaditas en su hombro.
- Tranquilo, "grande". – Marcos volvió la vista a Paula – Pero tú me tendrás que prometer que me darás el teléfono de esa amiga tuya con la que vas al tenis.
- ¿Rosa? – Paula sintió una (¿incomprensible?) punzada de celos.- Pero, pero… - su indignación no conocía límites… ni palabras para describirse.- ¡Pero si es una hortera!
- Pero cómo se mueve…- Marcos se colocó a la altura de Gregorio quien, ajenos a las bromas que intercambiaban sus amigos, rebuscaba en un pesado libro de hojas amarillentas. - ¿Y bien? ¿Alguna idea, Gregor?
Gregorio alzó la vista y miró el dibujo de la mansión del Conde, en el fondo de aquel misterioso cuadro. Se quitó las gafas y las utilizó a modo de lupa sobre él.
- Mmmm… - Gregorio fijó la vista y, pasados unos segundos, sonrió.- Lo que imaginaba.
- ¿El qué? – Marcos achinó los ojos pero no conseguía comprender el entusiasmo de su amigo.
- Hay un camposanto ahí, al lado de la mansión. Tendría sentido que sus restos estuviesen allí enterrados.
- Espera un momento… - Paula miró a Gregorio como si éste hubiese perdido la cabeza.- No estarás diciendo que vamos a desenterrar un cadáver, ¿verdad?
El silencio se hizo entre los amigos. Gregorio se volvió a poner las gafas y dijo…
- Si alguien tiene una idea mejor…
- ¡CUIDADO!
Luis se lanzó sobre el blanquecino de Gregorio, cuyo rostro adquirió una tonalidad mucho más pálida al notar como una impresionante pila de pesadas cajas de madera se cernía sobre él. Luis consiguió empujarlo en el último momento y las cajas chocaron contra el suelo. La mayor parte de ellas aguantaron el golpe y, simplemente, rodaron por el suelo del sótano levantando una nube de polvo que hizo estornudar a Paula y Marcos.
Luis ayudó a incorporarse al aturdido Gregorio mientras Paula y Marcos miraron la silueta que había aparecido justo detrás de donde antes estaba la inmensa columnata de cajas. Allí, sosteniendo entre sus brazos una especie de panel de madera, estaba María.
- Perdón… - María apenas susurró aquellas palabras.
- ¡Te la has cargado, "pequenaza"! – Paula se acercó a ella, dispuesta a zarandearla un poco y jugando la carta de "hermana mayor enfadada". - ¡¿Cuántas veces te tengo dicho que no toques nada?!
- Es que… Es que… - María mostró el extraño tablero que sostenía entre manos.- Es que me aburría, joooo. Y además… - María esbozó una brillante sonrisa de satisfacción.- ¡Mira que chulada!
Paula miró el tablero apenas un segundo. Era de madera, del tamaño de un ajedrez aproximadamente. Pero en su superficie, en lugar de casillas blancas y negras, había una serie de letras que formaban un abecedario. Paula apenas llegó a entender que se trataba de un tablero de Ouija. Se disponía a seguir lanzando una riña a su "desastrermana" cuando…
- Eso es.
Todos miraron a Gregorio. Y éste les devolvió la mirada con aquellos ojos que decían a voz en grito "tengo una idea".

Apenas veinte minutos después, la buhardilla se había convertido en un lugar mucho más misterioso. A través de una de las pequeñas claraboyas podía verse que el sol de la tarde aun iluminaba el cielo. Sin embargo, las sombras que proyectaban las incontables antigüedades que acumulaban polvo e historia en aquella buhardilla le daban un aspecto inquietante.
Los chicos se encontraban sentados en torno a aquel tablero. Marcos encendía las velas mientras Luis las iba colocando formando un círculo. Paula miraba con cierto recelo a ambos y luego volvió a mirar a su hermana.
- Sigo pensando que no deberías estar aquí. No tienes edad para esta clase de cosas…
- Si no me dejas quedarme, le diré a mamá que vais a desenterrar un muerto.
- Serás chivata… - Paula le dio un suave capón.
- Muy bien… - Gregorio apareció por la puerta de la buhardilla, con un vaso entre las manos.- Esto tendrá que valer.
Gregorio cerró la puerta de la buhardilla echando el cerrojo: aunque sus abuelos aun tardarían en volver, no quería que los encontrasen así. Aún recordaba la bronca que la abuela Matilde le había echado la vez que se los encontró jugando a "La Llamada de Cthulhu" con la cocina iluminada por velas.
- A ver si lo he entendido… - Marcos no podía sonar más escéptico.- Vamos a usar este pedazo de madera y un vaso para obligar al espíritu del Conde a que nos diga donde está.
- Más o menos… - Gregorio se sentó ante el tablero y colocó el vaso sobre el centro, más o menos donde se podía leer la palabra francesa "inicio". – Muy bien, tomaos de las manos…
Todos lo hicieron. Luis notó la suavidad de la mano de Paula y le costó dejar la mente en blanco. Marcos tomó la de María y aprovechó para darle un pequeño susto, haciendo como si se le diese un calambrazo.
- ¡Ahhh! – María lo miró con rencor.- ¡Idioto!
- Eso por lo de las chicas de la piscina, mocosa.
- Shhhh… - Gregorio miró a los dos.- Concentraos…
Se hizo el silencio y, por unos segundos, no se escuchó nada más que el rumor de fondo, procedente de las viejas callejuelas del centro del pueblo. Apenas un susurro. Y las respiraciones. Se escuchaba las respiraciones de todos ellos. Entonces, Gregorio habló.
- Espíritu del Conde de Peña Alta, escúchanos. – Gregorio tragó saliva y prosiguió.- Te ordeno… que me digas donde te escondes.
El silencio fue la única respuesta. Nadie se movió, esperando cualquier cosa. Todos (incluso la pequeña María) habían visto películas de terror en las que los incautos protagonistas hacían algo parecido a esto. Y siempre tenía nefastas consecuencias. Sin embargo, no fue así. No pasó nada.
Tras una pequeña eternidad, fue Marcos quien rompió el silencio.
- Bueno. – hizo ademán de soltar la mano de María.- Parece que podré llegar a la barbacoa…
- Marcos, siénta… - Gregorio había abierto los ojos y se dirigía a él con cierto enfado.
Pero su dedo, que aun seguía posado sobre el vaso bocabajo, se movió.
Todos se quedaron de piedra. El vaso se había desplazado hasta la letra "T".
- Tío… - Luis sintió como su estómago se encogía.- ¿Has sido…?
A modo de respuesta, y antes de que Gregorio pudiera decir nada, su dedo volvió a mover el vaso. "R".
- No tiene gracia, Gregorio… - Paula estaba asustada. Y era incapaz de soltarse de las manos de sus amigos.
- Espera un segundo… - Marcos miró las velas. Sus llamas se movían suavemente. Pero no había corriente de aire alguna.
El dedo de Gregorio seguía moviéndose, cada vez más rápido: "A", "M", "P"…
- Vale, se acabó. – Marcos se incorporó, soltándose de la mano de María y de Luis. Se puso en pié.- Esto no tiene gracia, Gregor…
- "O", "S"… - María deletreaba, intrigada y divertida.
- "O" – Gregorio tragó saliva y miró a Marcos, dejando claro que a él tampoco le parecía divertido. – "Tramposo"
De repente, un viento inhumano abrió de golpe las ventanas de las seis claraboyas de la buhardilla. Tal era la fuerza de aquel vendaval que los seguros saltaron de sus goznes y algunos cristales se rompieron al abrirse de forma tan violenta. Paula se incorporó con un grito y Luis no dudó en aferrarla. Marcos tomó rápidamente de la mano a María, quien sintió como aquella ráfaga de viento la lanzaba contra una de las paredes de la buhardilla. Marcos aferró con fuerza a la traviesa hermana pequeña de Paula mientras esta reía divertida, como quien va por primera vez a un parque acuático. Fue entonces cuando Marcos lo vio.
- ¡Gregor! -
Luis trató de agarrar también a su amigo. Pero el viento era tan fuerte, tan intenso, que si soltaba un ápice a Paula ésta probablemente se vería arrastrada por aquel tornado. Con un ulular siniestro, el vendaval que venía de ninguna parte arrastró al pálido Gregorio, quien acabó atravesando aquella superficie blanca e infinita que, en algún momento, había ocupado la forma dibujada del Conde de Peña Alta.
El viento cesó en el mismo instante en que Gregorio terminó de atravesar aquella mancha blanca del cuadro. De él sólo quedaron sus gafas de montura de plástico negro.
Luis dejó lentamente de aferrar a Paula. Ésta lo miró agradecida durante un instante para, a continuación, lanzarse junto a su hermana pequeña.
- ¡María! – la examinó mientras la pequeña no dejaba de sonreír, completamente alucinada.
- Ha sido guay. ¿Podemos hacerlo otra vez?
Marcos cogió las gafas de Gregorio y miró a Luis. Éste se había aproximado al cuadro. Se dio la vuelta y miró a su colega.
- Tío… -
Marcos miró al punto al que señalaba "grande". La leyenda escrita en la que se les planteaba el desafío ahora incluía una frase más.

"Se os acaba el tiempo."
[Continuará]

viernes, 8 de octubre de 2010

Las Aventuras de los Goonboys – Misterio en la Buhardilla - Primera Parte

Gregorio era el único que a estas alturas del verano aún estaba blanco. No comprendía la afición de sus amigos por ir a la piscina y tomar el sol. Él prefería pasar las horas de más calor en casa con un buen libro entre las manos y un enorme vaso de limonada hecha por su abuela con los limones del jardín. Sin embargo ahí estaba, deslumbrando a todo el aforo de la piscina con su piel blanca blanquísima, casi radioactiva. Había venido a buscar a sus amigos.

- Pero Gregor, tú estás loco – Luís se limitaba a mirar a Gregor por debajo de las gafas de sol, sin moverse un ápice de su posición – No vamos a ir a la buhardilla de tus abuelos, ¡Tiene que ser un horno, con lo bien que se está aquí!

- Y además está llena de polvo y suciedad – matizó Paula - ¿Me echas crema Luis? Porfa

Luís se incorporó como un resorte, con una velocidad increíble. Tanto que habría sido igual de asombroso incluso si no le sobraran unos cuantos (por no decir muchos) kilos.

- Bueeeeno – Intentaba ocultar todo lo que podía la sonrisa tonta que se le había quedado después de lo que le había pedido Paula. Pero aunque ella pareció no darse cuenta, todos los demás miraban divertidos (y dándose codazos de complicidad) cómo un Luís cada vez más colorado, y no precisamente por el sol, cogía crema del bote y comenzaba a extenderla tímidamente sobre la espalda de Paula

- Venga tío, quítate esa camiseta y túmbate con nosotros – Marcos se acercó a Gregorio con aire confidente – Además, ves a esas tres de ahí, no dejan de mirar… te digo yo que hay tema

- ¡Buah que asco! – Protestó María, la hermana pequeña de Paula - ¡Que estoy delante y soy menor! ¿No tengo ya suficiente con tener que aguantar eso? - decía mientras señalaba cómo Luís masajeaba timidamente a su hermana

- Calla mocosa – Marcos acompañó sus palabras con un capón en la nuca de María – Si tienes alguna queja te vas con tus amigas del jardín de infancia…

- Te vas a enterar Marcos – Estaban bromeando, pero aún así en estas circunstancias María siempre era temible

- ¿Siiiii? ¿Qué vas a hacer? – Dijo Marcos tentando a la suerte

Tras fulminar a Luís con su mirada, María se levantó y se acercó directa hacía las tres chicas. Comentó algo con ellas, señaló a Marcos un par de veces y al minuto ya estaba de vuelta con una media sonrisa dedicada a Marcos. El cual veía, por bocazas, como las tres chicas que le gustaban recogían sus cosas y tras dedicarle una mirada de asco se alejaban hasta la otra punta de la piscina.

- Bueno, y eso tan importante que has encontrado en la buhardilla – Paula volvía a estar tumbada sobre la toalla, pero Luís parecía no haberse dado cuenta y seguía con el bote de crema en las manos ensimismado masajeando al aire - ¿No lo puedes traer aquí y todos contentos?

Gregorio simplemente negó con la cabeza. Todos conocían el gesto y sabían lo que significaba. No, no podía traer lo que fuera a la piscina y sí, se trataba de algo importante. Se había acabado el día de piscina.

Cuando entraron en la casa, los abuelos de Gregorio estaban a punto de salir para dar un paseo por la alameda

- ¡Qué alegría veros a todos juntos chicos! ¡Cómo habéis crecido desde el año pasado! – Matilde, la abuela se dispuso a dar dos besos a cada uno de ellos mientras el abuelo sonería sin terminar de saber muy bien quienes eran esos cuatro chiquillos que habían venido con su nieto - ¿No queréis unas galletillas, las acabo de hacer?

- Lo siento abuela, tenemos prisa - Y diciendo esto Gregorio agarró a María antes de que la abuela pudiera darle siquiera los dos besos y comenzaron a subir las escaleras a toda velocidad

- Pero… pero… ¿Y las galletillas? – preguntó con tristeza Luís – Otro día venimos a visitarla, Matilde, y a por las galletitas – Prometío mientras subía las escaleras apremiado por Gregorio.

Gregorio dio al interruptor y la tenue bombilla iluminó toda la buhardilla. Era baja, alargada, sin ventanas y como decía Paula, estaba llena de polvo. Pero lo que más impresionaba era la cantidad de cachivaches que la poblaban. Cuadros, arcones, caballetes, sillas, muebles viejos y una incontable variedad de misteriosos objetos ocultos bajos unas roídas telas blancas (quizás por eso eran misteriosos) para resguardarlos.

- La razón de traeros aquí es esta – Gregorio señaló algo enorme pero estrecho, que se encontraba tapado por una vieja sábana en una de las esquinas de la sala – No os lo vais a creer

- Ya veo porqué no lo podías llevar a la piscina… pero menos misterios y al grano – Marcos se adelantó para apartar la tela, pero Gregorio le paró - ¿Qué pasa ahora?

- Antes de mostraros lo que hay aquí abajo tengo que contaros todo - Gregorio se recolocó sus gafas y tras cerrar un instante los ojos y tomar aire siguió hablando - Esta mañana, mientras vosotros estabais a la piscina, estuve leyendo uno de los libros mi tatarabuelo. Encontré una historia que no conocía y que tuvo lugar más allá de la colina del loco, en la casona abandonada que hay antes al lado del lago. Según parece allí vivió cuando mi tatarabuelo era pequeño el Conde de Peña Alta. Todos en la región le conocían por su extraño sentido del humor y sus macabras bromas, hasta que una de ellas acabó con su vida.

Sometía a sus sirvientes a extraños juegos y diversiones, no siempre divertidas para ellos... También hacía fiestas para la nobleza en la que podía suceder cualquier cosa. Su extravagancia le llevo a estar siempre rodeado de ociosos nobles en busca de nuevas experiencias pero claro, también a ganarse una buena cantidad de enemigos. Sin duda uno de ellos fue el que acabó con su vida. Aún es un misterio como sucedió, pero el hecho es que después de una sus excéntricas fiestas de disfraces desapareció. Al principio todos creyeron que era una broma más de las suyas, pero la realidad es que nunca volvió a versele con vida. Meses después, en el lago de detrás de la casa, apareció un cuerpo totalmente descompuesto con el vestido que llevaba el Conde cuando desapareció y finalmente, tras esto, se le dio por muerto, si bien en el estado que se encontraba, el cuerpo podría haber pertenecido a cualquier otra persona.

Su enorme casa palacio quedó abandonada y pese a todas las leyendas que hay al respecto, a día de hoy, nadie sabe lo que en realidad sucedió. Según el libro de mi tatarabuelo algunos decían haber visto su espíritu vagar por la zona... otros aseguraban que incluso después de muerto no perdió su curioso sentido del humor y que aún sigue haciendo bromas y creando extraños juegos... En una anotación del libro de mi abuelo decía que había conseguido un cuadro suyo en una misteriosa subasta. Así que subí aquí arriba y lo busqué y tras revolver todo esto, lo encontré. Está aquí abajo.

- Una historia muy bonita Gregor - dijo Marcos mientras comenzaba a darse media vuelta - Pero la piscina nos espera y no veo que esto sea tan urgente...

- ¡Espera! - La voz de Gregorio sonó firme y convincente - Mira el cuadro y dime que no es urgente Marcos, ¡El Conde ha desaparecido!

Cuando Gregorio levantó la sábana todos pudieron ver el gigantesco cuadro. Se trataba del típico retrato idealizado que se mandan pintar los nobles presuntuosos. Dibujada, de fondo, estaba la enorme casa palacio del Conde de Peña Alta con el lago, pero en primer plano había algo que nadie se esperaba. En vez de la imagen del Conde lo que se veía era su silueta, como si alguien lo hubiera recortado del cuadro (podía verse el lienzo blanco y limpio), y escrito abajo con letra muy recargada y cuidada podía leerse:

¡Rápido! Tenéis sólo hasta la media noche para encontrarme 
 
[Continuará]

viernes, 1 de octubre de 2010

Evolución. Desenlace

Diario de Donald Summers. Dia 15 de cautiverio.

Sigue sin haber ningún contacto con aquellos que me han secuestrado. Los días se hacen interminables y mi única manera de pasar el tiempo es escribir. Tengo suficiente papel y lapiz para un par de meses, aunque empiezo a creer que mis secuestradores se quieren hacer ricos a mi costa con mis memorias.
Todavía no me han dado nada para comer. Empiezo a sentir mucha hambre. Las fuerzas me empiezan a flaquear, me resulta difícil incluso escribir. Esto me recuerda a la época que estuve enganchado al WOW, apenas comía (menos mal que el juego te recordaba cada cierto tiempo que tenías que comer algo).

....

Diario de Donald Summers. Dia 30 de cautiverio.

Hoy me han dado de comer por primera vez. Era una mezcla entre carne humana y algo que sabía a pollo, aderezado con algo que no pude reconocer. Estaba asqueroso. Por lo general no lo habría comido pero tenía demasiada hambre. En cualquier caso mi cuerpo no lo toleró y lo vomité.

....

Diario de Donald Summers. Dia 40 de cautiverio.

Llevan días dándome de comer el mismo plato. Los primeros días vomitaba la comida pero llevo algunos días sin hacerlo. Mi cuerpo empieza a tolerar lo que sea que meten que sabe a pollo.

....

Diario de Donald Summers. Dia 60 de cautiverio.

Durante estos días me he dado cuenta de algo: me usan de conejillo de india. Han ido reduciendo la cantidad de carne humana que meten en el plato de comida. No se si ha sido lo que metían en la comida o la propia necesidad de mi cuerpo a sobrevivir, pero noto que la necesidad de carne humana casi a desaparecido.

Diario de Donald Summers. Día 65 de cautiverio.

Ha sido una noche larga. Estaba durmiendo cuando una fuerte explosión me despertó.  Luego oí como si una panda de Uruth-Hai atacaran el sitio donde estaba encerrado. Escuché disparos, gritos y luego una fortísima explosión antes que se viniera abajo la sala donde estaba.
Me llevó toda la noche salir de la montaña de rocas bajo las que estaba sepultado. Arrastrándome por los recobecos que dejaban conseguí deslizarme hacia la puerta de la celda. El silencio contrastaba con el griterío y el ruido de disparos que había escuchado no se cuanto tiempo antes. Todo estaba oscuro. Subí por una escaleras, desplacé una piedras y entre en una gran sala. Era una especie de almacén. En él, debía haber como 100 cuerpos, entre humanos y zombies, todos muertos. Conté los que estaban enteros, además había por todas partes trozos de cuerpos incompletos, desmenbrados, debido, seguramente, a las múltiples explosiones.
El almacén debió ser un laboratorio. Había mesas, tubos de ensayos, ordenadores, bidones con todas clases de productos químicos, ahora vacíos. Las explosiones que escuché debieron ser provocadas por la inflamación de todos estos productos. En un lado había un enorme agujero en la pared. Por ahí debieron entrar los zombies.

Diario de Donald Summers. Dia 1 de libertad.

Un día nuevo comienza y una nueva vida empieza para mi. No se que clase de producto inventaron aquí, pero me han convertido en algo que no se lo que es. Ya no soy humano, ni soy zombie. Soy el primero de una nueva especie, más listo que los zombies, más fuerte que los humanos creo que se puede decir que mi evolución ha terminado.