viernes, 25 de noviembre de 2011

O’clock Club - La Apuesta - Segunda Parte


En el club O'clock la puntualidad es muy importante. Todos los días a las 8 en punto de la mañana, Evans Moore, jefe de servicio del club abre las puertas. A las 8:30, Katherine J. Andrews, el ama de llaves, enciende las 200 velas que iluminan todas las dependencias. A las 11:00 en punto se sirve el "brunch" a los socios. A las 16:00 se procede a servir el té y a la 18:00, el señor Evans cierra cuando ya se ha ido hasta el último socio.

Como el horario es muy importante en la actividad diaria del club cuando se trata de una apuesta lo es más. El Señor Morgan tiene dos méses, exactamente dos méses, para llevar al club una prueba de que la biblioteca gemela de Alejandría existe. El que gane la apuesta recibirá como premio 1 libra. Exactamente, en el club O’clock no se apuetan ni dinero ni posesiones. La libra es meramente simbólica. El verdadero premio del ganador es la satisfacción y el durante días, meses, incluso se han dado caso de años poder tratar a tu contrincante con aire de superioridad.

Dos meses no es mucho tiempo por lo que no hay tiempo que perder. Al día siguiente, el señor Morgan parte para El Cairo acompañado de la bella señorita Helen Sullivan, su prometida. 

Andrew y Helen se conocen de toda la vida. Sus padres eran muy buenos amigos por lo que de pequeños pasaron mucho tiempo juntos y a nadie le pareció extraño cuando llegado el momento anunciaran su compromiso. Ambos han compartido siempre su pasión por los viajes y las aventuras y ambos sentían mucha admiración por el difunto Sir Bagman.

En estos tiempos que corren no es fácil realizar un viaje tan largo desde la ciudad de Londres a la capital de Egipto. Dos semanas tarda la pareja en llegar al Cairo. Cogieron un tren en Londres hasta al puerto de Brighton, allí un barco que les llevó a Francia, un nuevo tren para alcanzar costas españolas y de nuevo un barco que les llevó a la ciudad del Nilo. Afortunadamente el viaje se produjo sin incidentes.

A su llegada los futuros señor y señora Morgan se hospedan en el mismo hotel y en la misma habitación que el señor Bagman (levantado el veto policial al resolverse el caso no supuso ningun problema). Andrew tiene la esperanza de encontrar algo en la habitación que a los policias egipcios se les hubiese pasado. Pero no hay suerte. 
Entonces a Helen se le ocurre que quizás la policía conserve aún los enseres personales de Sir Bagman. Con un poco de suerte quizás puedan echarle un vistazo. No les resulta dificil ya que los egipcios no han podido encontrar ningún pariente del difunto que se haga cargo del cuerpo y de sus cosas. La pareja se ofrece a gestionar a través del consulado británico la repatriación del cuerpo de Sir Bagman. 

Entre todas las pertenencias que la policía tiene guardada varias cosas llaman la atención de Helen y Andrew. Un bastón de madera, perfectamente tallado y con un mango hecho de ambar. Un reloj de bolsillo de plata y un pequeño cuaderno.

El cuaderno está lleno de mil y unas anotaciones sobre viajes que Sir Bagman había hecho, pero nada que haga mención a Alejandría ni a su biblioteca. Pero entonces Andrew se da cuenta de una cosa, bueno, de dos. La primera cosa de la que se da cuenta Andrew es que parece que han arrancado hojas del cuaderno. El segundo detalle es que en una de las páginas, en una esquina, hay dibujado una especie de reloj, marcando las ocho y media, exactamente. Las dudas empiezan a florecer en la pareja. Ambos comienzan a creer que hay algo turbio en el accidente de Sir Bagman. Pero, por desgracia, no tienen nada concreto.

Entonces Andrew ata cabos. Ese dibujo del reloj significa algo más de lo que parece. El cuaderno guarda un secreto, algo que Sir Bagman quería que solo fuese visto por alguien del club. Rápidamente, Andrew coge el cuaderno y pasa la hoja en la que está dibujado el reloj cerca de una vela. Como por arte de magia, el calor de la vela muestra algo dibujado encima de las anotaciones, un mapa.

El mapa muestra claramente el plano de una ciudad. Pero no es el Cairo sino Roma.

[continuará]

viernes, 18 de noviembre de 2011

O’clock Club - La Apuesta - Primera Parte

El Club O’clock fue fundado en 1841 como uno de los más elitistas clubs de caballeros de todo el imperio inglés. Creado por el excéntrico Sir Allan Watch, su retorcido método de selección de nuevos socios es de por sí un misterio. Muchos bromean diciendo que es tan desconcertante que el propio Sir Allan Watch nunca fue admitido. Personalmente no lo creo, pero tendría su gracia, al fin y al cabo nunca nadie le ha visto dentro del Club.

Su sede está situada, no podía ser de otra forma, en la calle Pall Mall, en pleno corazón de Londres. Justo entre el Travellers y el Reform Club. El edificio, regio y elegante está adornado con coloridas vidrieras, un enorme emblema del club en brillante latón y un inesperado león disecado junto a la puerta de entrada, que suele asustar a los despistados que no frecuentan la zona.

Desde que fue creado hace casi treinta años en su salón principal suelen reunirse todos los lunes sus más destacados miembros para jugar al billar, tener acaloradas discusiones o simplemente leer periódicos internacionales y charlar animadamente sobre las noticias. Eso sí, hagan lo que hagan es siempre con una pipa entre los labios, sacando sin parar olorosos humos de ellas. El ambiente es relajado, tranquilo, elegante. El bullicio de la industrialización se queda fuera, junto con la suciedad y el carbón.

Justo hoy es lunes, el día más interesante de la semana en el Club de Caballeros O'clock. Y hoy además va a ser un lunes especialmente interesante. Mientras dos hombres uniformados con sus trajes de exitosos comerciantes brindan entre sonoras carcajadas con sherry español, la enorme puerta de doble hoja del salón se abre para dejar paso a Sir Edward, su excesiva solemnidad  y su enorme bigote blanco perfectamente atusado.

Con el fuerte golpe del entrechocar de las puertas consigue, además de cerrarlas, que todas las miradas se centren en él, justo lo que más le gusta en este mundo.

- Buenos días caballeros, supongo que se han enterado de la noticia ¿no? – dice la boca que se encuentra bajo el enorme bigote del Sir - Es portada en el Journaux du Nord

- ¡Que sorpresa, si es Sir Edward! – el que habla es el señor, que no Sir, Morgan. Un joven de buena familia, mejor suerte y desafiante sonrisa  – Ha sido usted tan discreto al entrar que no me había dado cuenta de su presencia. Seguro que no hace falta que se digamos, pero adelante, no nos deje con la intriga. Díganos, ¿de qué se trata?

-  La pregunta, joven Morgan, no es ¿de qué se trata? sino ¿De quién se trata? – Sir Edward intenta con un poco afortunado juego de palabras recuperarse de la chanza sufrida por el joven señor Morgan, que parece haber divertido a muchos - Caballeros, Sir Bagman ha muerto

El murmullo y la conmoción es generalizada. Sir Bagman es un reconocido y muy querido miembro del club desde prácticamente su fundación. En su juventud había sido un aventurero incansable, había recorrido y cartografiado medio mundo, incluyendo el África continental, el lejano oriente, la exótica India, las islas del norte... Por sus expediciones y descubrimientos había sido nombrado Sir, título que le concedió la mismísima reina Victoria en una intima recepción.

- ¿Dónde ha sido? ¿Cómo ha sido? ¿Qué ha pasado? - Con su peculiar cojera el General Lee, vestido con su uniforme del ejército real de su majestad, se acerca a Sir Edward para enfatizar sus palabras. Lee había sido amigo de Sir Bagman incluso antes de ser Sir - Hable, ¡hable de una vez! ¡Cuentenos todo lo que sabe!

- No se ponga nervioso General, contaré todo lo que he oido - Sir Edward estaba encantado de volver a ser el centro de atención, su sonrisa le delataba - Al parecer el viejo Sir Bagman ha muerto en su hotel de El Cairo, ha sido un accidente totalmente fortuito

- Sir Edward, podría usted dejar de sonreir - El señor Morgan vuelve dar dónde más duele, hay pocas cosas qcon las que disfrute más que sacar de sus casillas a Sir Edward - Parece que se alegre de tan terrible noticia

- ¡No diga tonterías! ¡No todos somos como usted, jovenzuelo! - El bigote de Sir Edward parecía más hinchado de lo normal - No, no me alegro, pero desde luego no me sorprende. Le dije mil veces que no fuera, que era una locura, ¡Qué pintaba un señor de su edad en África! ¡Era una temeridad y así se lo hice saber! 

- Pobre hombre, con lo entrañable que era... ¡Brindemos por él! - el que habla es el señor Rickson, uno de los jóvenes que hacía un rato brindaba animadamente con jerez, y que parece haber encontrado una nueva excusa para brindar  - Alzad vuestras copas ¡A su salud, Sir Bagman, querido compañero! 

Tras brindar, la conversación se extiende cómo la pólvora, hasta que todos participan de ella. Todos parecen de acuerdo en que Sir Bagman hacía ya mucho que no era ese joven aventurero que una vez fue. Parecía ahora disfrutar de la tranquilidad de su avanzada edad, de la compañía de un buen libro, de su tabaco y de su partida de ajedrez de los jueves. Sin embargo algo se despertó en él tras leer unos legajos, copias de unas copias de unos viejos libros árabes. Hace tres meses desempolvó su antiguo baúl de viaje y partió rumbo a Alejandría, en busca de lo que sería el hallazgo del siglo. Según los legajos, la antigua biblioteca de Alejandría tendría una especie de gemela, un lugar secreto dónde se guardarían copias de todos los volúmenes y papiros para que todo el conocimiento que encerraba nunca se perdiera si ocurría algo a la Gran Biblioteca. Este descubrimiento era algo que Sir Bagman no podía dejar pasar tuviera la edad que tuviera. Ahora, volvamos al salón del O'clock Club, lo que va a hacer especial a este lunes está a punto de suceder.

- Caballeros, caballeros, por favor - La escéptica voz de Sir Edward resuena sobre todas las demás - Está claro que, cómo don Quijote, nuestro querido Bagman fue a África a perseguir molinos... esa biblioteca no existe, es algo imposible. 

- Bueno, eso es lo que usted dice – la esperada réplica del joven señor Morgan no se hace esperar – Demostraré que sí que existe ¿Quiere usted apostar algo?