Cuando por fin se fueron las visitas, el Marqués se encerró en el enorme salón de al lado de la biblioteca. Cerró la enorme puerta de roble de doble hoja para que el servicio no le importunara y se dejó caer pesadamente en su enorme butacón de cuero corinto.
Al hacerlo resopló pesadamente como sólo un hombre de su talla puede hacer. Se desabrochó el incómodo último botón de la camisa, liberando su cuello y dejó que su mirada vagara por la habitación hasta topar con la chimenea. Tras observar absorto un instante su fuego, como sin ganas alargó sin mirar atrás el brazo y echó mano a la botella de coñac que había en la mesita. Era de ese tipo de botellas que no tienen etiqueta alguna. Tras servirse una buena copa volvió a dejar la botella sobre la mesita, justo en el mismo lugar dónde la había cogido y, aprovechando el viaje de su brazo, a tientas abrió el pequeño cajoncito que escondía la mesa para sacar un habano sensiblemente mejor que el que había ofrecido a sus invitados.
Así comienza De un Marqués, Un Puro y Su Humo, léelo al completo y fácilmente siguiendo nuestro indice
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Esperamos que os guste tanto como a nosotros, ¡un saludo a todos!
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