jueves, 11 de noviembre de 2010

LARGA VIDA AL REY - Primera Parte

Ante todo, disculpe el secretismo que rodea a esta carta y al paquete de anotaciones que la acompañan. La necesidad me ha llevado a emplear un pseudónimo y a ocultar la procedencia exacta de este paquete. Es posible que no le sea muy complicado rastrear el punto de partida pero voy a ahorrarle esa pequeña molestia.

De entrada, usted no me conoce. Mi nombre es Gustav Ollafsen y puedo asegurar que nunca habrá oído hablar de mí. Es lógico. Al contrario que usted o cualquiera de sus parientes más próximos, no he salido en la portada de ninguna revista ni en las cabeceras de los informativos. Mi labor es mucho más discreta aunque no menos importante. Sin embargo, ha sido su reputación la que me ha llevado a escribir esta carta aun a pesar del serio riesgo que entraña para mi seguridad. Sepa usted que al escribirle estas líneas estoy firmando mi propia sentencia de muerte. Incluso en el caso de que acepte mi petición de auxilio, aquella que le haré en breve, es probable que me haya costado la vida el mero hecho de haber recurrido a usted. No me importa. Un hombre de mi posición sabe que a veces hay que aceptar el más alto sacrificio si es el destino de toda una nación la que pende de un hilo.

Y ese es precisamente el caso. Mi pueblo se encuentra en grave peligro. No es algo nuevo pues nuestra nación siempre ha sido un pedazo de tierra fronteriza, presa fácil para nuestros belicosos vecinos. Mi familia puede dar buena cuenta de ello, ya que desde hace generaciones, los primogénitos Ollafsen hemos consagrado nuestras vidas a la medicina. Y no sólo hemos remendado heridas de campesinos y soldados: los Ollafsen hemos sido agraciados con una labor ejemplar, la de ser médicos personales de la realeza. Por eso os puedo asegurar que muchos hombres han ocupado el trono de nuestro pueblo. Y uno tras otro los hemos visto llegar y caer ante las continuas presiones de nuestros vecinos.

Hace poco menos de una década, la fortuna quiso que subiera al trono un hombre singular. Es posible que recordéis personalmente las circunstancias que rodearon su ascensión al trono. Y aunque mucho se ha escrito sobre él y se le ha señalado bajo muchos – y en ocasiones indecorosos – calificativos; permitidme que os lo describa tal y como yo, su humilde servidor, he conocido al hombre bajo la corona.

Se trata de un guerrero feroz a la par que sabio. Un individuo que cambió el rumbo de nuestro destino y que nos encauzó en una senda de progreso y prosperidad. Fue en aquel momento - y lo ha sido desde entonces - nuestro rey. ¡Y no encontrará un solo súbdito que, por encima del respeto o el temor, no le muestre pleitesía por ello!

Sin embargo, bajo la férrea imagen de implacable caudillo que nuestro soberano muestra al mundo, os puedo asegurar que existe un hombre tan frágil como pueda serlo cualquier otro. Y es por eso por lo que pido vuestra ayuda. En las notas adjuntas encontraréis los resultados que, en secreto, he recopilado de sus últimos análisis de tejidos. He conseguido mantener oculto a mi rey los datos pero será cuestión de semanas – quizá menos – que la enfermedad comience a dar cuenta de sus primeros síntomas.

Sé – como cualquier otro mortal que camine sobre la Tierra – que existe entre ustedes dos una rivalidad insondable. Pero también sé que sólo hay un genio que rivalice con el de nuestro amo y señor. Y como súbdito fiel y su leal siervo debo pediros, profesor Richards, que salvéis la vida de nuestro soberano.

Atentamente…

Gustav Ollafsen. Medico Personal de Su Majestad Victor Von Doom, Señor de Latveria

1 comentario:

  1. Creo que he metido la pata... ¿tenía que haberlo subido el pasado viernes o este que viene? En cualquier caso, le he dado a publicar sin programar correctamente su subida. Luego he intentado arreglarlo pero no ha podido ser. En fin... :(

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