viernes, 2 de julio de 2010
De Un Marqués, Un Puro y Su Humo - Final
El marqués no sabía cómo reaccionar ante tal frase tan contundente. No es algo que uno escuche todos los días, te estás muriendo, le había dicho su amigo, el marqués se quedo mudo. El señor humo se arremolino junto al marques, como si un amigo intentara abrazar a otro que se encuentra en una situación desesperada.
- ¿Porque?- fueron las únicas palabras que pudieron salir de la boca del Marques.
-Hay una enfermedad, en los tiempos de hoy, aun no sabéis la causa- el señor humo intento continuar, pero el Marques le corto.
-¿Cual es la causa- pregunto el Marques mientras miraba a los ojos de su amigo.
-Yo soy la causa- respondió el señor del humo, que continuo hablando.
- Hace veinte años dijiste que no querías volver a verme, y estuviste desde entonces sin encender un solo puro, fumabas cigarrillos, para evitar verme, hasta hoy. Sonreíste al dar tu primera calada. Sé que estas enfadado por todo lo que te hice, pero en el fondo, querías verme.
El marques bebía otro sorbo de coñac mientras hablaba con el señor humo.
- Tienes razón. Después de la cena de hoy, no aguantaba mas hipocresía. No quería volver a verte, pero a la vez, quería pedirte explicaciones. Sobre todo estos días, que me encuentro tan mal, ¿Porque te metías constantemente en mis ojos? ¿Porque me hacías vomitar? ¿Porque molestabas a cualquier que estuviera a mi lado? hasta que me vi obligado a echarte.-
El señor humo permaneció en silencio durante un rato, hasta que al final con total parsimonia, se atrevió a decir. - Porque ya sabía que te morías. Quería darte tiempo, si hubieras seguido conmigo, a lo mejor no hubieras aguantado cinco años más. Tenía que hacerte daño para que me abandonaras, soy un mal amigo, un amigo de verdad no mata al otro, aunque sea accidentalmente.-
El Marques miraba perplejo a su amigo, no sabía que decir, es cierto que el comportamiento del señor humo las últimas veces que se vieron, no fueron amables precisamente, pero tampoco podía esperar que la causa fuera precisamente protegerle. Cogió su copa de coñac y le dio un trago, mientras miraba la habitación a su alrededor. Un mobiliario muy llamativo, una chimenea acogedora, pero ni un solo cuadro, ningún retrato de nadie, solo se escuchaba su respiración, y el crepitar del puro que se consumía. Todo estaba en silencio, lo que no hacia más que recalcar la verdad, en la vida solo tuvo al señor humo como compañero. Muchas visitas, cenas de compromiso, y buitres revoloteando a su alrededor, pero nadie que le comprendiera.
-¿Porque has vuelto a encender un puro después de veinte años?- le pregunto el señor humo al marques, a lo que este respondió.
- Porque me sentía solo, aunque no esperaba que aparecieras, me había acostumbrado a vivir sin tu compañía. Y ahora vienes para decirme que me voy a morir, y es culpa tuya. No era tu decisión. Podrías habérmelo contado entonces, seguir siendo amigo tuyo o no era decisión mía, no tuya.
El señor del humo solo pudo decir.- Lo siento-
El señor humo intentaba parecer impasible, pero le costaba, al fin y al cabo, había hecho una visita al interior de su amigo, y sabia que le quedaba poco tiempo, también miro de reojo al puro que estaba a punto de consumirse, a él también le quedaba poco tiempo para despedirse.
Poco a poco el marqués fue relajándose, y resignándose ante la verdad que le contaba su amigo, y decidió que no era momento para pasarlo enfadado, al fin y al cabo, nunca tuvo a otra persona en la que apoyarse. Y así pasaron el tiempo ambos, contándose sus historias.
- Todavía me acuerdo de esa maravillosa mujer inglesa, la que fumaba los cigarros con ese largo filtro negro. Era hermosa- Dijo el marqués.
-Si, era muy bonita, pero que pena que no te fijaras en el contorno de la señora del humo que salió de su cigarro. Tan esbelta, con ese pelo ondeado por el viento, fue una bonita noche para los dos querido amigo.
- ¿Y el día que me defendiste de aquel tipo? - decía el Marques sonriendo.
- Ah, se refiere al día que usted me lanzo con fuerza, y yo golpee en plena cara al individuo, la verdad es que juntos hacíamos una buena pareja.- recordaba el señor humo con añoranza.
Pasaron los minutos, y una anécdota tras otra se sucedía.
- En estos veinte años no he sido nunca tan feliz, como lo soy ahora mismo.
- Pero te vas a morir.
- Junto a mi mejor amigo. Sea o no la causa de mi muerte, eres el único que ha estado cerca siempre que lo he necesitado.
El marqués cerró los ojos tratando de recordar otro momento, pero nunca volvió a abrirlos, el señor del humo miraba el puro apunto de consumirse, y miraba a su amigo. La verdad es que no le apetecía volver a salir de otro puro, conocer a otra persona, ya era mayor para eso, dejaba esas tareas para los humos jóvenes, el ya no tenía tiempo para a nadie mas. Su amigo había muerto, y el sabia donde estaría mejor que en ningún sitio. El señor humo entro por la boca del marqués, y se alojo en su interior. Un señor del humo es tan elegante, que nunca le coge la muerte, sino que él decide como y cuando irse.
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