viernes, 16 de julio de 2010

Aquellos que Dejamos Atrás - Segunda Parte


El débil viento apenas movía la túnica del hombre que permanecía arrodillado a un lado del camino. Delante de él, un pequeño monticulo de arena sobre el que reposaban varias piedras apenas mostraban que allí se había enterrado a alguien.

El chico, de unos veintimuchos,  rubio, con el pelo corto y vistiendo una túnica gris sin apenas bordados permanecía en silencio, arrodillado, como pidiendo perdón a quien fuera que estuviera allí enterrado.

De los arbustos, detrás de la tumba improvisada, apareció un hombre. El chico no pareció inmutarse por la aparición del extraño,  como si le estuviera esperando. El hombre, más mayor que el muchacho, alto, corpulento, vistiendo una armadura oscura y con más de una cicatriz en la cara se acercó a la tumba.

- ¿Cuantos años han pasado ya? - preguntó el hombre.

El chico, sin levantar la cabeza hizo un movimiento con la mano, y la tumba se cubrió con un manto de flores... entonces se puso de pie.

- ¿9 años?, ¿10 años?... Darrell, ¡mírame a la cara!. Vienes aquí cada año. Tienes que superarlo, ¡ella no va a volver! -.

Entonces el chico levantó la cabeza. Tenía los ojos rojos y húmedos, como si hubiera estado llorando durante días.

-¿Acaso sabes lo que es amar a alguien con tanta fuerza que duela?.

- ¿Amar?, niño, ¡si apenas estuvisteis juntos una noche!.

- A veces no hace falta más que unos segundos para darte cuenta con quien quieres pasar el resto de tu vida.-

El silencio volvió a reinar entre los dos amigos. Ambos miraban la tumba. Se notaba que no era la primera vez que se encontraban en esta situación. Durante estos años, muchos eran los compañeros a los que habían tenido que enterrar.

-¿Sabes lo peor Awender?. Lo peor fue que no fui yo quien acabó con su asesino. ¡Ese ogro malnacido!.  Y pensar que estuvo un tiempo haciendose pasar por nuestro compañero. ¡Era necesario que yo la vengara!, ¡era lo mínimo que podía hacer por ella!.

El guerrero sonrió, apenas fue una leve muesca, pero era lo máximo que se podía sacar de esa vieja cara.

-Sabes perfectamente que no habrías podido hacerlo.

El hechicero vaciló.

-Si, tienes razón, entonces no era suficientemente poderoso...

-No, no me has entendido, incluso ahora, con el poder que has llegado a obtener, no podrías, tu no eres así, no eres un asesino, como yo...

Entonces el hechicero sonrió, aceptando que su compañero, su amigo, tenía razón, de nuevo...

- ¿A que has venido Awender?.

- ¿Que dirías si te digo que conozco la forma de que vuelvas a ver a Alice?.

El corazón del chico se puso a cien, sabía que el guerrero no bromeaba con esas cosas, bueno, Awender nunca bromeaba.

- Recoge tus cosas, nos vamos al Paso del Dragon.

[continuará]

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