En el club O'clock la puntualidad es muy importante. Todos los días a las 8 en punto de la mañana, Evans Moore, jefe de servicio del club abre las puertas. A las 8:30, Katherine J. Andrews, el ama de llaves, enciende las 200 velas que iluminan todas las dependencias. A las 11:00 en punto se sirve el "brunch" a los socios. A las 16:00 se procede a servir el té y a la 18:00, el señor Evans cierra cuando ya se ha ido hasta el último socio.
Como el horario es muy importante en la actividad diaria del club cuando se trata de una apuesta lo es más. El Señor Morgan tiene dos méses, exactamente dos méses, para llevar al club una prueba de que la biblioteca gemela de Alejandría existe. El que gane la apuesta recibirá como premio 1 libra. Exactamente, en el club O’clock no se apuetan ni dinero ni posesiones. La libra es meramente simbólica. El verdadero premio del ganador es la satisfacción y el durante días, meses, incluso se han dado caso de años poder tratar a tu contrincante con aire de superioridad.
Dos meses no es mucho tiempo por lo que no hay tiempo que perder. Al día siguiente, el señor Morgan parte para El Cairo acompañado de la bella señorita Helen Sullivan, su prometida.
Andrew y Helen se conocen de toda la vida. Sus padres eran muy buenos amigos por lo que de pequeños pasaron mucho tiempo juntos y a nadie le pareció extraño cuando llegado el momento anunciaran su compromiso. Ambos han compartido siempre su pasión por los viajes y las aventuras y ambos sentían mucha admiración por el difunto Sir Bagman.
En estos tiempos que corren no es fácil realizar un viaje tan largo desde la ciudad de Londres a la capital de Egipto. Dos semanas tarda la pareja en llegar al Cairo. Cogieron un tren en Londres hasta al puerto de Brighton, allí un barco que les llevó a Francia, un nuevo tren para alcanzar costas españolas y de nuevo un barco que les llevó a la ciudad del Nilo. Afortunadamente el viaje se produjo sin incidentes.
A su llegada los futuros señor y señora Morgan se hospedan en el mismo hotel y en la misma habitación que el señor Bagman (levantado el veto policial al resolverse el caso no supuso ningun problema). Andrew tiene la esperanza de encontrar algo en la habitación que a los policias egipcios se les hubiese pasado. Pero no hay suerte.
Entonces a Helen se le ocurre que quizás la policía conserve aún los enseres personales de Sir Bagman. Con un poco de suerte quizás puedan echarle un vistazo. No les resulta dificil ya que los egipcios no han podido encontrar ningún pariente del difunto que se haga cargo del cuerpo y de sus cosas. La pareja se ofrece a gestionar a través del consulado británico la repatriación del cuerpo de Sir Bagman.
Entre todas las pertenencias que la policía tiene guardada varias cosas llaman la atención de Helen y Andrew. Un bastón de madera, perfectamente tallado y con un mango hecho de ambar. Un reloj de bolsillo de plata y un pequeño cuaderno.
El cuaderno está lleno de mil y unas anotaciones sobre viajes que Sir Bagman había hecho, pero nada que haga mención a Alejandría ni a su biblioteca. Pero entonces Andrew se da cuenta de una cosa, bueno, de dos. La primera cosa de la que se da cuenta Andrew es que parece que han arrancado hojas del cuaderno. El segundo detalle es que en una de las páginas, en una esquina, hay dibujado una especie de reloj, marcando las ocho y media, exactamente. Las dudas empiezan a florecer en la pareja. Ambos comienzan a creer que hay algo turbio en el accidente de Sir Bagman. Pero, por desgracia, no tienen nada concreto.
Entonces Andrew ata cabos. Ese dibujo del reloj significa algo más de lo que parece. El cuaderno guarda un secreto, algo que Sir Bagman quería que solo fuese visto por alguien del club. Rápidamente, Andrew coge el cuaderno y pasa la hoja en la que está dibujado el reloj cerca de una vela. Como por arte de magia, el calor de la vela muestra algo dibujado encima de las anotaciones, un mapa.
El mapa muestra claramente el plano de una ciudad. Pero no es el Cairo sino Roma.
[continuará]
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