El Club O’clock fue fundado en 1841 como uno de los más elitistas clubs de caballeros de todo el imperio inglés. Creado por el excéntrico Sir Allan Watch, su retorcido método de selección de nuevos socios es de por sí un misterio. Muchos bromean diciendo que es tan desconcertante que el propio Sir Allan Watch nunca fue admitido. Personalmente no lo creo, pero tendría su gracia, al fin y al cabo nunca nadie le ha visto dentro del Club.
Su sede está situada, no podía ser de otra forma, en la calle Pall Mall, en pleno corazón de Londres. Justo entre el Travellers y el Reform Club. El edificio, regio y elegante está adornado con coloridas vidrieras, un enorme emblema del club en brillante latón y un inesperado león disecado junto a la puerta de entrada, que suele asustar a los despistados que no frecuentan la zona.
Desde que fue creado hace casi treinta años en su salón principal suelen reunirse todos los lunes sus más destacados miembros para jugar al billar, tener acaloradas discusiones o simplemente leer periódicos internacionales y charlar animadamente sobre las noticias. Eso sí, hagan lo que hagan es siempre con una pipa entre los labios, sacando sin parar olorosos humos de ellas. El ambiente es relajado, tranquilo, elegante. El bullicio de la industrialización se queda fuera, junto con la suciedad y el carbón.
Justo hoy es lunes, el día más interesante de la semana en el Club de Caballeros O'clock. Y hoy además va a ser un lunes especialmente interesante. Mientras dos hombres uniformados con sus trajes de exitosos comerciantes brindan entre sonoras carcajadas con sherry español, la enorme puerta de doble hoja del salón se abre para dejar paso a Sir Edward, su excesiva solemnidad y su enorme bigote blanco perfectamente atusado.
Con el fuerte golpe del entrechocar de las puertas consigue, además de cerrarlas, que todas las miradas se centren en él, justo lo que más le gusta en este mundo.
- Buenos días caballeros, supongo que se han enterado de la noticia ¿no? – dice la boca que se encuentra bajo el enorme bigote del Sir - Es portada en el Journaux du Nord
- ¡Que sorpresa, si es Sir Edward! – el que habla es el señor, que no Sir, Morgan. Un joven de buena familia, mejor suerte y desafiante sonrisa – Ha sido usted tan discreto al entrar que no me había dado cuenta de su presencia. Seguro que no hace falta que se digamos, pero adelante, no nos deje con la intriga. Díganos, ¿de qué se trata?
- La pregunta, joven Morgan, no es ¿de qué se trata? sino ¿De quién se trata? – Sir Edward intenta con un poco afortunado juego de palabras recuperarse de la chanza sufrida por el joven señor Morgan, que parece haber divertido a muchos - Caballeros, Sir Bagman ha muerto
El murmullo y la conmoción es generalizada. Sir Bagman es un reconocido y muy querido miembro del club desde prácticamente su fundación. En su juventud había sido un aventurero incansable, había recorrido y cartografiado medio mundo, incluyendo el África continental, el lejano oriente, la exótica India, las islas del norte... Por sus expediciones y descubrimientos había sido nombrado Sir, título que le concedió la mismísima reina Victoria en una intima recepción.
- ¿Dónde ha sido? ¿Cómo ha sido? ¿Qué ha pasado? - Con su peculiar cojera el General Lee, vestido con su uniforme del ejército real de su majestad, se acerca a Sir Edward para enfatizar sus palabras. Lee había sido amigo de Sir Bagman incluso antes de ser Sir - Hable, ¡hable de una vez! ¡Cuentenos todo lo que sabe!
- No se ponga nervioso General, contaré todo lo que he oido - Sir Edward estaba encantado de volver a ser el centro de atención, su sonrisa le delataba - Al parecer el viejo Sir Bagman ha muerto en su hotel de El Cairo, ha sido un accidente totalmente fortuito
- Sir Edward, podría usted dejar de sonreir - El señor Morgan vuelve dar dónde más duele, hay pocas cosas qcon las que disfrute más que sacar de sus casillas a Sir Edward - Parece que se alegre de tan terrible noticia
- ¡No diga tonterías! ¡No todos somos como usted, jovenzuelo! - El bigote de Sir Edward parecía más hinchado de lo normal - No, no me alegro, pero desde luego no me sorprende. Le dije mil veces que no fuera, que era una locura, ¡Qué pintaba un señor de su edad en África! ¡Era una temeridad y así se lo hice saber!
- Pobre hombre, con lo entrañable que era... ¡Brindemos por él! - el que habla es el señor Rickson, uno de los jóvenes que hacía un rato brindaba animadamente con jerez, y que parece haber encontrado una nueva excusa para brindar - Alzad vuestras copas ¡A su salud, Sir Bagman, querido compañero!
Tras brindar, la conversación se extiende cómo la pólvora, hasta que todos participan de ella. Todos parecen de acuerdo en que Sir Bagman hacía ya mucho que no era ese joven aventurero que una vez fue. Parecía ahora disfrutar de la tranquilidad de su avanzada edad, de la compañía de un buen libro, de su tabaco y de su partida de ajedrez de los jueves. Sin embargo algo se despertó en él tras leer unos legajos, copias de unas copias de unos viejos libros árabes. Hace tres meses desempolvó su antiguo baúl de viaje y partió rumbo a Alejandría, en busca de lo que sería el hallazgo del siglo. Según los legajos, la antigua biblioteca de Alejandría tendría una especie de gemela, un lugar secreto dónde se guardarían copias de todos los volúmenes y papiros para que todo el conocimiento que encerraba nunca se perdiera si ocurría algo a la Gran Biblioteca. Este descubrimiento era algo que Sir Bagman no podía dejar pasar tuviera la edad que tuviera. Ahora, volvamos al salón del O'clock Club, lo que va a hacer especial a este lunes está a punto de suceder.
- Caballeros, caballeros, por favor - La escéptica voz de Sir Edward resuena sobre todas las demás - Está claro que, cómo don Quijote, nuestro querido Bagman fue a África a perseguir molinos... esa biblioteca no existe, es algo imposible.
- Bueno, eso es lo que usted dice – la esperada réplica del joven señor Morgan no se hace esperar – Demostraré que sí que existe ¿Quiere usted apostar algo?
Y después de un pequeño parón, volvemos con un nuevo relato! A disfrutarlo!
ResponderEliminarQue bien. Por fin vuelve a la vida este insigne blog. Habrá que decirle a Mario que lo comente por Facebook.
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