sábado, 14 de agosto de 2010

El peor trabajo del mundo. Segunda parte.


Rubens se encontraba saliendo de su trabajo, como un día normal cualquiera. Trabajar como teleoperador no era precisamente el trabajo de su vida. Escuchar cómo le colgaban el teléfono ciento de veces, le insultaban, y todo por una mísera paga, no era su sueño, pero tenía que hacerlo. Rubens tenía una mujer y un hijo que cuidar, sin duda las personas más importantes en su vida, y por la que se había sacrificado hasta el punto de dar toda sus esperanzas y sus ilusiones a la creación de esa familia.
Rubens entro a comprar un cartón de leche y una barra de pan en el supermercado, y cuando salió, cambio su vida. Un coche que se había saltado un ceda el paso le arrollo, la bolsa de la compra salió por un lado, y Rubens por el otro. La multitud se agolpaba queriendo ver que sucedía. El conductor salió corriendo del coche para atender a Rubens. Un transeúnte llamaba desde un móvil a una ambulancia. Todo era caos y desconcierto.
Cuando Rubens despertó, se encontraba en la habitación de un hospital. Un medico estaba observando sorprendido como abría los ojos. Al salir de la habitación, Rubens pudo oír como el médico le decía a la enfermera que era imposible que abriera los ojos, que estaba a punto de desconectarle, porque había tenido un paro cardiaco, y no había dado signos de reacción alguna tras tratar de reanimarlo.
Rubens se sentía aterrorizado, pero a su vez aliviado. No sabía cuánto tiempo había pasado desde el accidente, pero su familia no estaba en la habitación. Entonces fue cuando se percato de algo que realmente le aterrorizo. Un hombre con una túnica y una guadaña, se encontraba sentado en uno de los sillones de la habitación.
-¿Que clase de broma es esta?. ¡Doctor!
El doctor fue rápidamente a su encuentro, Rubens le explico lo que había visto, pero para el Doctor, no había nadie en la silla. Para Rubens, ese hombre continuaba en la silla, y al parecer bostezando de aburrimiento. El Doctor lo achaco a un shock, post traumático, y le dijo que se tranquilizara, Rubens no hacía caso, para él estaba claro que esa figura permanecía sentada en el sillón, hasta que se levanto y hablo.
-No pueden verme-
A lo que Rubens respondió- ¿Porque?
El médico miraba hacia el sillón donde no había nadie que el supiera, y decidió marcharse de la habitación, pediría a la enfermera un calmante y se lo inyectarían. La extraña figura se coloco junto a Rubens, mientras hablaba.
- ¿A ti que te parece?
Rubens no sabía cómo decirlo.-Eres, la, muerte.
- Bueno, en realidad uno de los muchos trabajadores, pero si, suelen llamarnos así.
- Pero yo estoy vivo, ¿Que quieres?
- Ese es el problema, cuando nos asignan un cliente, es porque va a morir, nunca hay fallos, nunca hay equivocaciones. Pero mira por donde, estoy esperando en mi oficina y el cliente Rubens Goodwin, no aparece.
- ¿Y no pueden haberse equivocado?
- No. Nunca lo hacen. Pero eso no es lo peor de todo.
- ¿entonces?
En ese momento, llegaba el doctor, junto a su mujer Rebeca y su hijo Jeremy. Rubens se sintió aliviado al ver de nuevo a su familia. El doctor parecía traer algo en su mano derecha, por un momento, Rubens se olvido de quien estaba ahí junto a él, y solo tenía ojos para sentirse feliz, por la familia que tenia. John tuvo que tirar de su brazo levemente para que Rubens se girara. Y entonces le hablo.
-Tengo que pedirte un favor.
Rubens estaba sorprendido -¿Cual?
John le contesto de manera imperiosa- Por el bien del equilibrio entre la vida y la muerte. Debes morirte.
Rubens no daba crédito a lo que había escuchado, pero si escucho algo lejano, como de fondo, mientras pensaba en lo que acababa de decirle John.
- Hola papa, ¿Como te encuentras?

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