Apenas hacía unas horas que en el psiquiátrico se habían percatado que Olvido había escapado. La mirada del doctor mientras no paraba de preguntarme de donde había sacado esa foto era la de un niño que había perdido su juguete preferido. Demasiado tiempo, quizás, había estado trabajando el doctor con “Olvido”. El interés se había tornado obsesión. Obsesión que llevaría al buen doctor a encontrar a su paciente por encima de todo. Era gracioso ver como la mente se convertía en la peor enemiga de aquél que la había estudiado tanto.
Pero perdónenme si me desvío del tema, me imagino que al igual que el buen doctor, arderán en deseos de saber de dónde saqué esa condenada foto.
Para responder a esa pregunta tenemos que retroceder varios años, más de 10, al año 2000 concretamente. Olvido todavía no había llegado al sanatorio y yo apenas llevaba unos meses trabajando en él. Discúlpenme si no profundizo en este tema pero la historia de por qué un joven y prometedor estudiante de matemáticas aplicadas acabó en una institución mental del condado de Caterham es otra historia.
Durante esos meses pasé mucho tiempo acompañando a Walter. Un hombre mayor, de unos 80 años, con alzheimer. Se pasaba el día mirando por la ventana, sin decir una palabra, y yo, estaba seguro que tampoco me escuchaba. Pero lo médicos insistían que era bueno que alguien le hablara. Nunca jamás recibió visita, al menos que yo supiera, durante su estancia en el hospital y cuando murió nadie vino a reclamar su cuerpo.
Unos días antes de su muerte, le estaba leyendo un libro, como cada día, cuando dejó caer algo. Una foto, miré a Walter, seguía impasible mirando por la ventana. Cogí la foto y vi a la heroína enmascarada, entonces no sabía quién era. Me senté al lado de aquel hombre y le pregunté por la foto, pensando que todas esas horas junto a él habían dado sus frutos y había conseguido traerlo de aquel mundo donde estaba inmerso.
Pero no obtuve respuesta. Seguía impasible, mirando al infinito, ignorando todas y cada una de mis preguntas. Me guardé la foto durante todos estos años, y no me pregunten por qué, la incluí en la prueba del doctor, ¿casualidad?
Claramente había una relación entre Walter y Olvido y el doctor estaba decido a encontrarla. Yo, he de confesar, también empezaba a estar muy interesado en este asunto de la chica. Pero no fue tan fácil como pensábamos encontrar información sobre Walter. En los registros informáticos no había ningún rastro y nos pasamos un par de días rebuscando entre infinidad de cajas.
No encontramos ningún informe médico, ningún papel de defunción pero el trabajo no fue totalmente en vano. Hallamos una pequeña hoja de ingreso de Walter William Dawson, en la que había una escrita la dirección de una casa, precisamente, en el condado de Caterham.
Esta zona al sur de Londres era rica en bosques y rica en grandes mansiones. Importante personalidades del mundo del cine, la política y la moda se habían hecho construir aquí una casa. Cuando llegamos a la dirección, la puerta metálica de entrada al jardín era vieja y estaba abierta. No pintaba bien y posiblemente en ese momento debimos dar media vuelta y volver a nuestro apartamiento, pero en lugar de eso seguimos adelante.
El jardín estaba muy descuidado, con la hierba muy alta. Sin duda, hacía mucho tiempo que nadie lo había cortado. No había luces en todo el recinto de manera que solo los faros del coche y la luz de la luna iluminaban el camino que llevaba hasta la casa.
Una mansión de dos pisos con techos a dos aguas. Destacaba una torre en el lado sur. Con grandes y sucios ventanales. Las paredes de piedra desnuda totalmente cubiertas por plantas. La gran puerta de entrada a la casa a dos hojas y de madera estaba abierta.
Dentro de la entrada todo estaba a oscuras. Casi todos los muebles estaban cubiertos por mantas blancas y los que no, estaban llenos de polvo. Ninguna luz y ningún ruido. El doctor estaba nervioso, no paraba de susurrar que ella estaba aquí, que sabía que estaba aquí y sin poder detenerlo salió corriendo hacia el piso de superior.
Cuando llegué arriba Lorrenz ya había desaparecido. Recorrí un pasillo donde había varias habitaciones, un estudio, un cuarto de baño y una pequeña biblioteca. Encontré al psicólogo en la última habitación. Amueblada con una cama, una estantería, un escritorio y un armario. Lo sorprendente era que las paredes estaban llenas de poster de Lady Weapon, en la mesa, fotos de una chica a la que nosotros conocíamos como Olvido.
El doctor Lorrenz no parecía estar sorprendido por el contenido de esa habitación. Estaba sentado en la cama. Mirando una foto. Me miró y me enseñó la foto, la imagen que unos días le había dejado quedarse al la chica.
- Está aquí – me dijo sonriendo.
Registramos la casa de arriba abajo, pero no la encontramos. Daba la impresión de que hacía mucho tiempo que en ese sitio no vivía nadie. Salimos al exterior y dimos la vuelta a la casa. Descubrimos una trampilla que daba a un sótano. Estaba abierta.
Bajamos las escaleras. Los escalones de madera podrida crujían bajo nuestros pies. El sótano estaba a oscuras y en silencio. El doctor activó un interruptor y las antiguas bombillas, no sin esfuerzo, volvieron a dar luz.
Lo que vimos parecía sacado de una película. Escritorios con tubos de ensayo, varias computadoras, grandes cilindros de cristal del tamaño de una persona. Todo estaba apagado y roto. Entonces vimos a alguien en el suelo, parecía una chica. Fue al acercarnos a socorrerla cuando todo se volvió negro.
[continuará]
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