-¡Que diablos ha pasado aquí!. ¿Riki?, ¿Cobb?.  – Un desierto puesto de 
mando recibió al resto de la tripulación de la “Milagros”. Todas las 
pantallas, conmutadores, lámparas seguían apagadas y solo la 
intermitente bombillita roja iluminaba la sala. Balboa la miraba y 
pensaba que nunca había odiado tanto a nada.
-¡Maldita sea!, ¿Dónde se han metido?. ¡Como el gordo Cobb le haya hecho
 algo!. Nino buscaba desesperadamente a su hermano en todos los rincones
 de la sala para luego dirigirse a Balboa que absorto miraba la 
pantalla. ¡Señor!. Balboa, volviendo en sí, se giró hacia el cocinero.- 
¡Registra la nave!, la entrada estaba sellada, encuéntralos tienen que 
estar todavía aquí-. Y sin mediar palabra Nino salió del puente.
Entonces los ojos de Balboa, se dirigieron hacia su última tripulante, 
la piloto Seya. Estaba de rodillas, acababa de dejar algo que 
transportaba. Balboa, usando la intermitente luz que emitía la 
bombillita, vio al sujeto. Era un pequeño humanoide inconsciente. No 
medía más de 1.40. Ojos saltones (uno morado), sin ningún tipo de pelo 
en la cara y la piel verdosa. Vestía un mono de técnico.
-¿Crees que nos ayudará, capitán?. Seya miraba a Balboa. –Después de la 
manera que le hemos “convencido” para que venga-, Seya sonreía. Además, 
por muy buen técnico que sea no creo que ese pequeño hombrecito pueda 
averiguar qué le pasa a mi “Milagros”.
Balboa miró a Seya visiblemente dolido. -Primero,  MI “Milagros” y 
segundo, ¿por qué crees que los antillanos son tan buenos arreglando 
naves?. Te lo diré, cuentan las malas lenguas que “hablan con ellas”. 
 Despiértalo-.
…
El antillano estaba parapetado detrás del asiento del capitán. 
Temblando. Balboa y Seya armas en ristre los miraban desde arriba. - 
¡Maldita sea!, son rápidos estos enanos- maldecía Seya mientras rodeaba 
la silla para bloquearle el paso. Balboa, era más conciliador, ya que 
sabía que ese técnico era su única esperanza. - No vamos hacerte nada, 
solo queremos hablar-. Y para demostrar esas intenciones guardó su arma.
 El pequeño antillano miraba a la piloto.- ¡Seya!-, la voz del capitán 
era firme. A regañadientes Seya también guardó su arma pero se quedó 
bloqueando el paso.
Por el otro lado del asiento Balboa se acercaba, con pasos lentos, como 
si estuviera acercándose a un lamok de la pradera para cazarlo. Con la 
palmas de la manos levantadas. –¿Cómo te llamas chico?-. El antillano 
levantó sus grandes ojos. –Ma…, Makro-.-Tranquilo. Necesitamos tu ayuda.
 ¿Ves esa bombilla?.- La luz intermitente iluminaba los saltones ojos 
del antillano. Sus grandes pupilas se abrían y cerraban al mismo ritmo 
que la bombilla se encendía y apagaba. – No sabemos que es ni por qué se
 ilumina. Necesitamos que nos digas que le pasa a mi nave.-
…
Makro permanecía inmóvil. Sentando en el asiento del capitán. Con sus 
manos de 4 dedos apenas tocando los controles. Tenía los ojos cerrados. 
Balboa lo miraba inmóvil. Mientras, Seya no paraba de dar vueltas arriba
 y abajo por la sala de mandos. Maldiciendo en todos los idiomas que 
conocía.
De repente un ruido vino de la puerta. Balboa y Seya como soldados 
entrenados desenfundaron sus armas y apuntaron. Pero el que apareció era
 Nino. –Tranquilos, tranquilos, soy yo. Los he encontrado. Estaban 
escondidos.- Nino sonreía. Acto seguido aparecieron Riki y Cobb. – 
¡Demonios!, ¿dónde estabais?, ¿Qué ha pasado?-. Riki, visiblemente, 
avergonzado, no sabía que responder.- Ehhh, señor, las luces se 
apagaron, ehhhhhh, escuchamos ruidos.- Se escondieron, dicen que vieron 
al fantasma de Joan March- Nino terminó la frase, se lo estaba pasando 
bomba.
-¡¿Qué vieron qué?!, Riki, ¿¡has perdido la cabeza!?. Seya se acercaba 
al mecánico con la mano levantada, como si le fuera a dar un guantazo. 
Pero antes de que llegara a hacerlo Makro abrió sus ojos.
- Es un aviso, un mensaje-. Todos los presentes se giraron como si así 
escucharan mejor las palabras del antillano. Balboa se puso delante del 
asiento. – ¿un mensaje de quién?-, espetó. -Del primer dueño de la 
“Milagros”-. Balboa miró por un momento a su tripulación y volvió a 
mirar al técnico. -¿El primer dueño de la nave?, ¿y quién fue?, ¿de 
quién es el mensaje?.
Makro levantó la cabeza y miró a los ojos a Balboa. – Su nombre era Joan March-.
[Continuará]

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