viernes, 25 de julio de 2014

Socios a la Fuerza - Blink - Tercera Parte

-¡Que diablos ha pasado aquí!. ¿Riki?, ¿Cobb?.  – Un desierto puesto de mando recibió al resto de la tripulación de la “Milagros”. Todas las pantallas, conmutadores, lámparas seguían apagadas y solo la intermitente bombillita roja iluminaba la sala. Balboa la miraba y pensaba que nunca había odiado tanto a nada.

-¡Maldita sea!, ¿Dónde se han metido?. ¡Como el gordo Cobb le haya hecho algo!. Nino buscaba desesperadamente a su hermano en todos los rincones de la sala para luego dirigirse a Balboa que absorto miraba la pantalla. ¡Señor!. Balboa, volviendo en sí, se giró hacia el cocinero.- ¡Registra la nave!, la entrada estaba sellada, encuéntralos tienen que estar todavía aquí-. Y sin mediar palabra Nino salió del puente.
Entonces los ojos de Balboa, se dirigieron hacia su última tripulante, la piloto Seya. Estaba de rodillas, acababa de dejar algo que transportaba. Balboa, usando la intermitente luz que emitía la bombillita, vio al sujeto. Era un pequeño humanoide inconsciente. No medía más de 1.40. Ojos saltones (uno morado), sin ningún tipo de pelo en la cara y la piel verdosa. Vestía un mono de técnico.
-¿Crees que nos ayudará, capitán?. Seya miraba a Balboa. –Después de la manera que le hemos “convencido” para que venga-, Seya sonreía. Además, por muy buen técnico que sea no creo que ese pequeño hombrecito pueda averiguar qué le pasa a mi “Milagros”.
Balboa miró a Seya visiblemente dolido. -Primero,  MI “Milagros” y segundo, ¿por qué crees que los antillanos son tan buenos arreglando naves?. Te lo diré, cuentan las malas lenguas que “hablan con ellas”.  Despiértalo-.



El antillano estaba parapetado detrás del asiento del capitán. Temblando. Balboa y Seya armas en ristre los miraban desde arriba. - ¡Maldita sea!, son rápidos estos enanos- maldecía Seya mientras rodeaba la silla para bloquearle el paso. Balboa, era más conciliador, ya que sabía que ese técnico era su única esperanza. - No vamos hacerte nada, solo queremos hablar-. Y para demostrar esas intenciones guardó su arma. El pequeño antillano miraba a la piloto.- ¡Seya!-, la voz del capitán era firme. A regañadientes Seya también guardó su arma pero se quedó bloqueando el paso.
Por el otro lado del asiento Balboa se acercaba, con pasos lentos, como si estuviera acercándose a un lamok de la pradera para cazarlo. Con la palmas de la manos levantadas. –¿Cómo te llamas chico?-. El antillano levantó sus grandes ojos. –Ma…, Makro-.-Tranquilo. Necesitamos tu ayuda. ¿Ves esa bombilla?.- La luz intermitente iluminaba los saltones ojos del antillano. Sus grandes pupilas se abrían y cerraban al mismo ritmo que la bombilla se encendía y apagaba. – No sabemos que es ni por qué se ilumina. Necesitamos que nos digas que le pasa a mi nave.-



Makro permanecía inmóvil. Sentando en el asiento del capitán. Con sus manos de 4 dedos apenas tocando los controles. Tenía los ojos cerrados. Balboa lo miraba inmóvil. Mientras, Seya no paraba de dar vueltas arriba y abajo por la sala de mandos. Maldiciendo en todos los idiomas que conocía.
De repente un ruido vino de la puerta. Balboa y Seya como soldados entrenados desenfundaron sus armas y apuntaron. Pero el que apareció era Nino. –Tranquilos, tranquilos, soy yo. Los he encontrado. Estaban escondidos.- Nino sonreía. Acto seguido aparecieron Riki y Cobb. – ¡Demonios!, ¿dónde estabais?, ¿Qué ha pasado?-. Riki, visiblemente, avergonzado, no sabía que responder.- Ehhh, señor, las luces se apagaron, ehhhhhh, escuchamos ruidos.- Se escondieron, dicen que vieron al fantasma de Joan March- Nino terminó la frase, se lo estaba pasando bomba.

-¡¿Qué vieron qué?!, Riki, ¿¡has perdido la cabeza!?. Seya se acercaba al mecánico con la mano levantada, como si le fuera a dar un guantazo. Pero antes de que llegara a hacerlo Makro abrió sus ojos.

- Es un aviso, un mensaje-. Todos los presentes se giraron como si así escucharan mejor las palabras del antillano. Balboa se puso delante del asiento. – ¿un mensaje de quién?-, espetó. -Del primer dueño de la “Milagros”-. Balboa miró por un momento a su tripulación y volvió a mirar al técnico. -¿El primer dueño de la nave?, ¿y quién fue?, ¿de quién es el mensaje?.

Makro levantó la cabeza y miró a los ojos a Balboa. – Su nombre era Joan March-.

[Continuará]

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