Gregorio llegó a casa de sus abuelos. Iba allí cada verano desde hacía 5 años, concretamente, desde que sus padres se divorciaron.
Después de llegar, saludar a sus abuelos y comer las ricas galletas de mantequilla que le había preparado su abuela subió al desván, su santuario y el de sus amigos. Allí los recuerdos de muchas aventuras le rodeaban. En esa pequeña buhardilla había pasado incontables horas con sus amigos, contando historias y planeando aventuras.
El pequeño reloj de cuco que había pertenecido a su bisabuelo lo sacó de su ensimismamiento. Había quedado con Luis, Marcos y el resto en la "caldera". Así llamaban él y sus amigos a una pequeña zona rocosa donde se había formado un pequeño lago. El agua de ese lago siempre estaba caliente, era uno de los pocos misterios de la zona que aún les quedaba por resolver.
Gregorio llegó a la caldera casi a la hora de comer, había llevado consigo unos sandwiches que su abuela le había preparado para él y sus amigos. Cuando llegó, ya estaban allí esperando María Paula, Luis y Marcos. Tras los abrazos, comerse los sandwiches y contarse las muchas historias que tenían pendientes por estar todo un año separados llegó la gran noticia: el oso de la caverna de las brujas había sido encontrado muerto.
La cueva de las brujas era uno de los enclaves de la zona que jamás habían podido investigar. La llamaban así porque los mayores contaban, que les contaron sus abuelos que cuando estos eran pequeños unas brujas se habían escondido en esa cueva huyendo de la furia de los aldeanos. La cueva había sido utilizada por un oso como su hogar desde hacía muchos años pero ahora estaba muerto y lo más raro, ningún cazador de la zona se había hecho responsable de su muerte.
Estaba claro, la primera aventura del verano estaba planteada, los secretos de la "Cueva de las Brujas" serían desvelados y un nuevo trofeo se añadiría a la colección en la buhardilla.
Temprano, a eso de las 6 de la mañana, cuando los primeros rayos de sol aparecían en el horizonte, ya estaban los 5 chicos reunidos delante de la entrada de la gruta. A pesar de que ya empezaba a hacer calor, una aire frío salía del interior de la cueva. No faltaba nada de la lista que habían preparado la noche anterior. María y Paula, que eran hermanas habían traído de su casa sandwiches y habían sustraído de la tienda de sus padres varios tipos de pastas y bollería. Marcos, se encargó de traer linternas y Luis trajo varias cuerdas. Gregorio se pasó gran parte de la noche revolviendo entre los libros de la buhardilla, libros antiquísimos dedicados en su mayoría a contar historias de la zona y escritos casi todos por el abuelo de su abuelo. Finalmente encontró un capítulo de un libro que hablaba de la cueva y que tenía un pequeño mapa en su interior.
El sol ya había aparecido casi completamente en el horizonte cuando se decidieron a penetrar en el interior de la cueva. La primera estancia, que se encontraron justo en la entrada era la que había servido de casa al oso durante años. Al fondo de la estancia se habría una abertura, del tamaño justo de una persona y que permitía la entrada a un pasadizo. El pasadizo era estrecho y de leve pendiente hacia abajo. Tenían que ir en fila india y enganchados con cuerdas ya que la única luz que tenían eran la de sus linternas. El aire frío que habían sentido en la entrada provenía de este pasadizo y se hacía cada vez más intenso. Entonces, el pasadizo giró, abruptamente, a la derecha, apenas a unos metros de donde estaban el pasadizo terminaba y se abría un estancia. Cuando accedieron a ella vieron algo que jamás olvidarían...
[continuará]
Después de llegar, saludar a sus abuelos y comer las ricas galletas de mantequilla que le había preparado su abuela subió al desván, su santuario y el de sus amigos. Allí los recuerdos de muchas aventuras le rodeaban. En esa pequeña buhardilla había pasado incontables horas con sus amigos, contando historias y planeando aventuras.
El pequeño reloj de cuco que había pertenecido a su bisabuelo lo sacó de su ensimismamiento. Había quedado con Luis, Marcos y el resto en la "caldera". Así llamaban él y sus amigos a una pequeña zona rocosa donde se había formado un pequeño lago. El agua de ese lago siempre estaba caliente, era uno de los pocos misterios de la zona que aún les quedaba por resolver.
Gregorio llegó a la caldera casi a la hora de comer, había llevado consigo unos sandwiches que su abuela le había preparado para él y sus amigos. Cuando llegó, ya estaban allí esperando María Paula, Luis y Marcos. Tras los abrazos, comerse los sandwiches y contarse las muchas historias que tenían pendientes por estar todo un año separados llegó la gran noticia: el oso de la caverna de las brujas había sido encontrado muerto.
La cueva de las brujas era uno de los enclaves de la zona que jamás habían podido investigar. La llamaban así porque los mayores contaban, que les contaron sus abuelos que cuando estos eran pequeños unas brujas se habían escondido en esa cueva huyendo de la furia de los aldeanos. La cueva había sido utilizada por un oso como su hogar desde hacía muchos años pero ahora estaba muerto y lo más raro, ningún cazador de la zona se había hecho responsable de su muerte.
Estaba claro, la primera aventura del verano estaba planteada, los secretos de la "Cueva de las Brujas" serían desvelados y un nuevo trofeo se añadiría a la colección en la buhardilla.
Temprano, a eso de las 6 de la mañana, cuando los primeros rayos de sol aparecían en el horizonte, ya estaban los 5 chicos reunidos delante de la entrada de la gruta. A pesar de que ya empezaba a hacer calor, una aire frío salía del interior de la cueva. No faltaba nada de la lista que habían preparado la noche anterior. María y Paula, que eran hermanas habían traído de su casa sandwiches y habían sustraído de la tienda de sus padres varios tipos de pastas y bollería. Marcos, se encargó de traer linternas y Luis trajo varias cuerdas. Gregorio se pasó gran parte de la noche revolviendo entre los libros de la buhardilla, libros antiquísimos dedicados en su mayoría a contar historias de la zona y escritos casi todos por el abuelo de su abuelo. Finalmente encontró un capítulo de un libro que hablaba de la cueva y que tenía un pequeño mapa en su interior.
El sol ya había aparecido casi completamente en el horizonte cuando se decidieron a penetrar en el interior de la cueva. La primera estancia, que se encontraron justo en la entrada era la que había servido de casa al oso durante años. Al fondo de la estancia se habría una abertura, del tamaño justo de una persona y que permitía la entrada a un pasadizo. El pasadizo era estrecho y de leve pendiente hacia abajo. Tenían que ir en fila india y enganchados con cuerdas ya que la única luz que tenían eran la de sus linternas. El aire frío que habían sentido en la entrada provenía de este pasadizo y se hacía cada vez más intenso. Entonces, el pasadizo giró, abruptamente, a la derecha, apenas a unos metros de donde estaban el pasadizo terminaba y se abría un estancia. Cuando accedieron a ella vieron algo que jamás olvidarían...
[continuará]
Ya estamos en marcha!!!!!
ResponderEliminarYuuuuuuuuuuhuuuuuuuuuuuuu
ResponderEliminarSi, si. Yuju y tal. Pero... ¿no deberíamos poner en el título algo como "Primera Parte" o "1 de 4" o algo así? Leído tal y como está parece que sea el relato íntegro.
ResponderEliminarParafraseando al gran Selu "Ahí lleva razón"...
ResponderEliminarcorregido, ¿algo mas? XD
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