viernes, 17 de diciembre de 2010

La Magia de la Pintura. Capitulo 2


Cuando esa noche de 1748 Van Dean llegó al retirado castillo de Kline, el puente levadizo que conducía a la barbacana estaba tendido, sin embargo no vio a nadie cerca. Con algo de inquietud lo cruzó, mientras observaba por vez primera la majestuosa águila real con un huevo en el pico que hacía de escudo de armas. Nunca antes había visto u oído hablar de ese emblema que, desde ese día, le acompañaría allá donde fuera.

Si estuvo tentado de dar la vuelta, la posibilidad desapareció cuando, apenas terminaba de cruzarlo, el puente levadizo comenzó a elevarse. No había vuelta atrás. De entre las sombras una veintena de siluetas se acercaron a él portando antorchas que, más que alumbrar, le deslumbraban impidiendo ver sus caras.


Hizo caso a los gestos que las figuras le hacían y les siguió por las entrañas del castillo. No tardó Van Dean en desorientarse. La escasa iluminación y la escasez de adornos hacían que todas las estancias parecieran la misma y dudaba si subían escaleras para luego volverlas a bajar o si el castillo era inmensamente más grande de lo que parecía por fuera.

Vagaron a toda velocidad y sin mediar palabra, durante un tiempo que a Van Dean le pareció eterno, hasta que llegaron a su destino. Con un gesto, los encapuchados hicieron que avanzara hasta el fondo de una estancia mal iluminada. Van Dean se topó de frente con una enorme puerta de roble. Cuando se volvió para pedir algún tipo de indicación sobre qué debía hacer, no había nadie allí, las extrañas figuras se habían desvanecido.

Convencido de no poder encontrar la salida del castillo, hizo lo único que podía hacer; empujar con todas sus fuerzas la puerta hasta que ésta cediera. Cuando lo hizo, se abrió ante él una inmensa sala, de la que en un primer momento no pudo fijarse en otra cosa más que en los hermosos frescos que decoraban sus techos y las decenas de cientos de cuadros (a cual más impresionante que el anterior) de todo tamaño y temática. Mirara dónde mirara todo eran cuadros, la saturación era tal que no quedaba atisbo alguno de pared trás de ellos.

En el centro de la sala había una mesa con una centena de personas sentadas alrededor y una única silla libre. Los comensales vestían con estridentes vestidos, todos ellos muy coloridos y extravagantes. Pero sin duda el que más debía llamar la atención era Van Dean, pues todos se habían girado y miraban en total silencio y sin cesar al recién llegado. Titubeando, éste comenzó a acercarse a la mesa sin saber muy bien cómo debía actuar.


El hombre, si es que se le podía llamar así, que estaba sentado más alejado de la puerta se puso en pie y con voz de ultratumba le indicó que se sentara. Sobresalía sobre todos los demás, no solo por su sufrido atuendo, una túnica negra, áspera, ruda, él presidía la mesa sentado en una especie de trono de retorcidas formas. Pese a tener cubierta la cabeza por la túnica, su cara se adivinaba desgarrada, deformada y ajada, como si hubiera sido quemado. Estaba ennegrecida y con un tono ceniciento, al igual que sus huesudas manos. Viendo su estado, parecía increíble que estuviera vivo. Intentando no mirarle directamente, Van Dean descubrió sobre su cabeza un cuadro enorme, fascinante, aterrador, hipnótico. La mayor obra de arte que había visto hasta ese momento. El cuadro mostraba el mismísimo Infierno y todos los condenados que en él habitan. Sus colores tan vivos y las expresiones tan feroces de los carceleros eran tan vívidas que era imposible dejar de admirarlo...

 - Tienes el Don – Dijo el hombre ceniciento sacando a Van Dean de su ensimismamiento – No cómo ese viejo Ulshof, no… tú tienes el Don de verdad, puedo notarlo.

 - Siento lo de mi maestro – Se intentó disculpar por sus actos - Yo [...]


 - No sientas nada – le interrumpió el hombre de un modo cortante – Era necesario para que crecieras, para liberar al Don. Él era débil, sus cuadros no pasaban de ser simples obras de arte. Sin embargo tu… tú primer cuadro y haces… creas un apocalipsis a pequeña escala… es increíble, estoy impresionado… Pero supongo que no has venido a oir halagos, que quieres saber qué haces aquí y quienes somos nosotros… Toma una copa y escucha nuestra historia, la de los Pintores del Nuevo Siglo

Debes saber antes de nada que si bien los Pintores existimos desde comienzos de siglo, hace apenas 50 años, el Don es muy anterior... Ya en la prehistoria cuando se dibujaban bisontes en las cavernas no se hacía por honrar su memoria o divinizarlos… no. Los chamanes invocaban con estos dibujos a los animales, los hacían aparecer de la nada para que los cazadores pudieran dar de comer a la tribu, los hacían reales mediante la magia de la pintura… ellos fueron los primeros en descubrir el Don… Podían tener todo lo que sus cortas mentes podían imaginar, pero tenía un coste, y lo sabían. Al morir sus almas se las llevaría el mismísimo Diablo por usar un poder reservado a los dioses… Era el precio de ser adorado en vida, de no padecer hambre ni necesidad. Y lo pagaban gustosos… El tiempo pasó, los días oscuros se olvidaron, pero el Don, a diferencia de otros viejos poderes, perduró. Su secreto se escondió, pero nunca dejo de usarse. La historia está plagada de hombres que crearon imperios de la nada, acumularon más riquezas de las que se puede soñar en una vida, tuvieron un poder ilimitado… ¿Cómo puede un simple hombre lograr todo eso? Es el Don quién está detrás... El Don permite que lo que se pinte en un cuadro se convirta en realidad, jugar con el tiempo y el espacio… Tu lo acabas de descubrir, pero aún te queda mucho por aprender. Pero el problema es el mismo hoy que en el albor de los tiempos, después de una vida en la opulencia, al final el Diablo viene a por nuestras almas…

- ¿No sabes aún quién soy, verdad? - Continuó el hombre ceniciento - Soy Frederick van Aken… sí, aquél al que apodaban el Pintor Maldito, aquel de cuyos cuadros decían que atraían el mal y la calamidad… y no estaban muy desencaminados

- Pero…  - Van Dean estaba atónito  - Eso es imposible, he leído sobre aquello.
Frederick van Aken murió en 1699, fue apresado por brujo y quemado en la hoguera por la masa furibunda de Amsterdam, Van Aken está muerto... y por lo que dices debe estar en el Infierno...

- Muy cierto querido Van Dean – La cara calcinada de Van Aken esbozó una especie de sonrisa - Ahí es dónde debería estar, pero antes de morir dibujé un último cuadro - Van Aken se volvió para mirar el hiopnótico lienzo de su espalda - Entiendes, ¿verdad? Dejó casi agotado mi poder hacerlo… pero me permitió volver, engañar al Diablo… Cuando volví no podía ya pintar, pero tenía algo mejor en mente, un fin. Para ello fundé los Pintores del Nuevo Siglo, y esperé hasta encontrar alguien con un Don tan poderoso cómo el que yo tenía... y por fin has aparecido…

[continuará]

2 comentarios:

  1. "Pero el problema es el mismo hoy que en el albor de los tiempos, después de una vida en la opulencia, al final el Diablo viene a por nuestras almas…" Esto ha quedado un tanto inconcluso ¿no?

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  2. Mmmm... Es posible. Yo personalmente lo interpreté como una pausa dramática en el discurso que tan siniestro personaje realiza. Vamos, que es mi interpretación porque esta parte no la escribí yo :P

    Gracias por comentar, por cierto. :)

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