lunes, 11 de abril de 2011

Javi - Primera Parte

Espero me perdonen la redundancia pero yo de pequeño era muy pequeño, menudo... Y a menudo eso me suponía un enorme problema. El mundo puede ser un lugar cruel e inhóspito pero no hay nada más despiadado que un grupo de niños con una víctima en el punto de mira. Enclenque, esmirriao, canijo, ratita, renacuajo, gusano, chiguagua, bacteria, enano, pigmeo, gorgojo, garrapata, liliputiense, tapón, escupitajo, microbio eran algunos de los piropos que me lanzaban mis compañeros durante mi tierna infancia... Además de bolas de papel, trozos de tiza, borradores y cachos de bocadillo mordisqueados y baboseados, claro está. Pero el dardo envenenado que más me dolía era el mote de Brutus. Ahora pueden verlo como una tontería pero en aquellos días, el que me compararan con la Némesis del intrépido comedor de espinacas se antojaba un trago demasiado amargo para mí.

Probablemente, mirado desde fuera, mis medidas no eran tan reducidas como para considerarme diminuto pero el constante machaque de los matones del cole me provocó un insoportable complejo de inferioridad. En una ocasión intenté rebelarme a mi infortunio y enfrentarme a mis opresores, más con desesperación que con valentía. Cuadré los hombros, alcé la barbilla y planté bien fuerte los pies en el suelo tal como había visto hacer a los héroes de las series de acción de la tele... Y me llevé un buen par de moratones de propina a casa y la moral hecha un guiñapo. No olviden que las hienas siempre atacan en manada y yo no era más que un enjuto llanero solitario. No tenía ninguna posibilidad.

Tampoco ayudaba en absoluto el que mi tío fuera el profe de física y matemáticas, uno de los seres mas temidos y odiados del universo... Del nuestro al menos, que era lo que importaba al fin y al cabo. Pobre hombre... Me avergüenza reconocer que, ciego de dolor e ignorancia, llegué a odiarle por creerle el origen de mis desgracias. Tan confuso y perdido estaba yo. Mi tío Enrique, ó Don Enrique García, como se le conocía en el colegio, fue lo mas parecido a una figura paterna que jamás tuve. Severo e implacable en todo a lo referente a la disciplina y a los deberes del alumno, ocultaba en su interior a un ser sabio y fascinante. Claro que tardamos en salvar el abismo que nos separaba. No era culpa suya que su horizonte fuera mucho más basto e insondable que el de un niño de once años.

Cierta vez me oyó quejarme amargamente de mi infortunio y de los compañeros que me había tocado sufrir. Entonces levantó la mirada de sus papeles y me dijo: “Javier...”; siempre se dirigía a mí por ni nombre de pila completo y no por un diminutivo como el resto de la gente, algo tan simple pero significativo y que no supe entender y apreciar aquel entonces; “... a toda hipotenusa siempre acompañan un par de catetos”. Enseguida percibí un desafío y, tan arrogante como puede serlo un chaval sabelotodo y acomplejado de mi edad, contesté: “Yo no puedo ser la hipotenusa. ¡Ellos son mucho más grandes que yo!”. Y entonces sonrió levemente, pero con un intenso brillo los ojos que nunca le había visto, un destello que captó toda mi atención e hizo que sus siguientes palabras se grabaran en mi memoria para siempre: “Te equivocas. Aún no lo sabes pero existen hipotenusas que no pueden medirse con números racionales, aunque sus catetos sean reales, vulgares. La humanidad tardó siglos en resolver el enigma, así que no te preocupes, tienes tiempo para darte cuenta”. 

Ojalá mi tío pudiera verme ahora.

2 comentarios:

  1. Bueno, visto el combate eterno que se ha entablado entre el blog e -IVN- (ríete tu de la batalla entre y el bien y el mal) me tomo la libertad de subir la primera parte del relato hecha por -IVN-. Espero que al autor no le importe.

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