viernes, 19 de julio de 2013

Las Tres Reglas - Conclusión

Bullraker se estaba levantando de la especie de trono que presidía la pequeña habitación. Lo hacía como el monstruo de Frankenstein. Lentamente y con torpeza sí, pero eso era lo que menos me importaba. ¡Estaba vivo! Y se estaba levantando con cara de pocos amigos. 

Quedé petrificado observando como el colosal titán volvía desde más allá la muerte. A través del orificio que le había causado mi disparo en el ojo podía ver como su cerebro poco a poco iba cicatrizando. Aún tambaleante y desorientada, esa enorme masa sin control aterraba con su sola presencia.

-    ¡Maldita sea! – Pude gritar por fin cuando el monstruo estaba completamente incorporado – ¡Quieto! - Echando mano a la cartuchera lo repetí sin ningún éxito, como si de un mantra se tratara- ¡Quieto! ¡Quieto dónde estás! ¡No te muevas! 

Estaba seguro de haber matado a ese gigante de Bullraker. La bala que le había colado a través de su ojo había rebotado en su cráneo dejándolo seco. Nadie puede sobrevivir a eso. Al menos, nadie de este mundo. Como buen novato que era entonces, no había hecho caso a la última de las tres reglas que todo policía de Chicago debe tener siempre presente. Esa que dice - si matas a alguien, no olvides rematarlo – Ahora, me tocaba tocar pagar la novatada.

-    ¡Qué haces en mi casa, mosquito! – La voz de Bullraker parecía provenir del otro mundo - ¡Te voy a aplastar!

-    ¡Alto! ¡Policía de Chicago! – Gritaba estúpidamente mientras esquivaba los torpes movimientos del aún descordinado dios.

-    ¡Yo no recibo ordenes de ningún humano! – Menuda suerte la mía, un no-humano antisistema – ¡Arrodíllate ante mí!

Esta vez casi me alcanza su pesado puño, que acabó destrozando una de las paredes del estudio secreto. Lo peor era que Bullraker aún estaba desorientado. Para cuando dejara de estarlo, yo posiblemente estaría ya muerto.  

Apuntando al ojo, dispararé mi arma contra él. Pero hizo lo que le había visto hacer cientos de veces en la tele. Fintó y me lanzó un terrible mazazo que, esta vez sí, me empotró contra el suelo. Con su único ojo útil inyectado en sangre, se lanzó contra mí. 

Su enorme mano agarró la pistola y la mano que la sostenía. Comenzó a apretar y yo a gritar de dolor. Cada vez apretaba más fuerte y cuando el dolor parecía no poder ser más intenso, siguió apretando, hasta que tanto mi arma como mi mano se hicieron añicos.

Desde el suelo, a punto de desmayarme por el dolor, podía ver la furia en su cara. Lo siguiente en aplastar sería mi cabeza. Y cuando pensé que éste sería mi final, algo hizo que se girase

-    Últimos segundos y… ¡Final del partido! – Fuera, en el enorme salón contiguo a la sala del trono, la televisión se había puesto a funcionar a todo volumen - Los Capas Rojas remontan en los últimos instantes un partido imposible contra los Enmascarados – Adiós dinero. Hola, malditas reglas de polis

-    Ha sido un partido épico Joe, casi tres horas de lucha entre estos dioses del Olimpo – No podía creer lo que veía. A través del holograma se intuía la silueta del borracho de McCarthy acercándose. Inesperadamente, metió la pistola a través del cuadro holografico. Lo hizo apuntando directamente a la cara de Bullraker -  Hemos echado de menos a Bullraker, quizás con él no hubiéramos sufrido tanto. No obstante ha sido un encuentro vibrante, emocionante y sobre todo, duro 

-    Y que lo digas Martin. En la enfermería van a tener hoy mucho trabajo -  Con el pulso más firme que nunca he visto al disparar, McCarthy realizó un certero disparo, reventando lo que quedaba del ojo de Bullraker - Mucho, mucho trabajo

-    Menos mal que estos chicos se recuperan pronto – De un salto McCarthy atravesó el holograma y antes de que el prodigio de otro mundo se volviera a levantar y vació a quemarropa el cargador de su 9mm a través del ojo de Bullraker - Seguro que en breve están otra vez de pie dando guerra

-    Sí, y hablando de recuperaciones, creo que el comité de apelación ha fallado en contra de Bullraker. No podremos contar con él tampoco para la final contra los Protectores de Mimesota – McCarthy  escupió sobre el enorme cuerpo. Este ya no se levantará más, dijo mirándome a los ojos

McCarthy me hizo un vendaje improvisado para inmovilizarme la mano. No sabía qué me parecía más increíble de toda la escena, si la resurrección de Bullraker, la entrada por sorpresa de McCarthy o la coherencia que el golpe en el accidente de tráfico parecía haberle otorgado. 

-    Venga, levanta – McCarthy me apremiaba a incorporarme - Tenemos que salir de aquí. Hace rato que saltó la alarma de la casa, la policía estará al caer

-   ¿Tu? ¿Cómo sabías lo del ojo? – Aunque le había oído no entendía lo que McCarthy me decía, tenía otras cosas en la cabeza -  ¿Cómo sabías lo de la habitación tras el holograma?

-    Desconoces muchas cosas de mí, novato. No siempre fui así – dijo mirándose su enorme y sucia barriga

Era cierto, desconocía todo sobre McCarthy. Nunca me paré a preguntar sobre él, porqué había llegado a ser como era. Siempre pensé que era el típico divorciado amargado de mediana edad, ese al que la mujer le había dejado por no soportar ni sus días ni mucho menos sus noches. Alguien con un espíritu tan áspero, tan seco, que tan sólo el whisky barato podía ser su amigo... Pero nunca me pregunté el porqué.

De haber indagado, me hubiera topado con que McCarthy, el investigador más condecorado de Chicago, había pasado a convertirse de la noche a la mañana en el patrullero fracasado que yo había conocido.

Este cambio radical había resultado como consecuencia del repentino cierre de un caso que McCarthy estaba investigando. Durante meses estuvo tras la pista de un curioso y oscuro caso en el que estaban involucrados varios de los recientemente aparecidos super hombres de la liga Suprema. El caso fue cerrado y archivado por una autoridad superior, no hubo nombres, no hubo ninguna explicación. McCarthy fue degradado de cargo. A partir de ahí se fue descuidando, y todo lo demás llegó rodado. Su mujer no pudo aguantarle más y totalmente hundido acabó haciendo del bar su casa.

A través de las ventanas comenzaron a deslumbrarnos unas luces azules y rojas que conocía muy bien. La casa estaba rodeada por la policía y lo que era peor, por seguridad corporativa. Esos que, con el beneplácito de las autoridades, disparan a la cabeza antes de preguntar.

-    ¡Están rodeados! – era la voz distorsionada a través de un megáfono de alguno de nuestros compañeros – Tienen 30 segundos para salir con las manos en alto o entrará un equipo de asalto a barrer la zona

McCarthy y yo nos miramos - ¡Mierda! - No había salida. Si no nos mataban en el asalto, lo harían al ver que habíamos acabado con la estrella del equipo local.

-    Venga idiota, siéntate en la silla – Me espetó el viejo mientras recargaba su arma. Abajo se podía oir los golpes del ariete un intentando echar abajo la puerta principal - Yo te cubriré

-    Tienen quince segundos para salir – la voz distorsionada hacía aún más opresiva la situación – Catorce segundos, trece

-    ¡He dicho que te sientes, niño! – Me gritó McCarthy mientras me encañonaba – Tu aún tienes salvación, nadie sabrá que tu estuviste implicado en todo esto ¡Venga! ¡No me hagas dispararte!

Aun no sabía qué me esperaba al otro lado, lo que sí sabía era que si me quedaba allí, mis huesos se pudrirían para siempre en alguna cárcel de mala muerte. Quizás, con algo de suerte, me condenarían a muerte. Era el momento de elegir entre una silla, u otra. Y el trono de Bullraker parecía más cómodo que la silla eléctrica del condado.

Mientras el halo de luz me llevaría a otra realidad comenzaba a rodearme, oí a mis compañeros del cuerpo subiendo por las escaleras entre gritos intimidantes.

-    ¡Tres segundos! ¡Dos! ¡Uno! Es su última oportunidad – La maldita voz metálica parecía nunca callar - Salgan ahora o son hombres muertos

McCarthy se cuadró ante mí con un gesto burlón

-    Feliz cumpleaños, novato – me dijo – Te espero en el infierno

Antes de desaparecer pude ver como McCarthy colocaba su 9mm sobre su sien y disparaba sobre ella, esa era su coartada para mí. 

No regresaría a la Tierra hasta bastante tiempo más tarde, después de cientos de aventuras y desventuras en otros mundos. Lo primero que hice al volver fue llevar unas flores a la malograda tumba McCarthy, pero eso es ya el comienzo de otra historia. 

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