Awender despertó sobre un frío suelo de piedra. Todavía sentía las 
heridas de la batalla en la que acababa de participar; estaba magullado y
 apenas podía mover el brazo derecho. Se levantó y miró a su alrededor. 
La noche terminaba y despuntaba el alba. Se encontraba en un campo 
yermo, miró al cielo, las estrellas comenzaban a desaparecer, estrellas 
que no reconocía. Volvió la vista a la tierra para observar a lo lejos 
una reluciente construcción. Decidió andar hacia ella.
En un primer momento le había parecido  que se encontraba a varios días 
de viaje pero para su sorpresa en unos minutos se encontraba delante de 
un inmenso palacio de marfil y cristal. El castillo estaba enclavado en 
lo alto de un risco y solo se podía acceder a él a través de un 
reluciente puente.
El guerrero avanzaba por las desnudas y amplias estancias del palacio 
mientas ascendía por inmensas escaleras. Sentía la necesidad de que 
tenía que encontrar algo entre esas paredes aunque no sabía decir 
exactamente el qué. Entonces llegó a lo que parecía la sala del trono. 
Una estancia más grande que el resto, con unos pilares tan altos como 
montañas y una paredes tan relucientes que el guerrero se reflejaba en 
ella. El asesino andaba por la sala, el sonido de sus pasos rebotaba 
contra las paredes lo que hacía creer a Awender que no estaba solo. Una 
gran balconada al final de la sala permitía ver la vista que se escondía
 detrás del palacio; un inmenso lago de agua cristalina donde en ese 
momento y a lo lejos los dos dioses que Awender conocía muy bien seguían
 luchando.
- Buenas noches, viejo amigo - Awender reconoció inmediatamente la voz 
que venía detrás de él y se giró con una mueca de alegría en su rostro. 
- Darrell. Me alegra verte -. 
Sin duda el más joven de los compañeros era el que peor había 
envejecido. Cierto que aún conservaba algunos rasgos de aquél  enjuto y 
aniñado joven que era Darrell en el momento de su primer encuentro  pero
 también era cierto que estos rasgos quedaban ocultos la mayor parte de 
las veces por la cantidad de arrugas que tenía en la cara y en las mano y
 su pelo encanecido. Detalles que no pasaban desapercibidos a Awender.
- ¿Te encuentras bien, niño? - Ambos se fundieron en un fuerte abrazo. - Te encuentro bastante desmejorado.-
Darrell sonreía, con un gesto de la mano invocó dos sillas de cristal e invitó a su amigo a tomar asiento. 
- En los últimos años he estado estudiando y lidiando con magias muy 
peligrosas. Fuerzas de la naturaleza que agotan el alma y el cuerpo. 
Pero me encuentro bien.-
Tras unos segundos de silencio. Awender soltó la pregunta que le recorría la cabeza desde el momento en que se despertó.
- ¿Estoy muerto?-
- Si por muerto te refieres a que tus días de dolor y lucha han acabado me temo que la respuesta es no.
El asesino miraba la estancia. Aunque nunca lo reconocería, guardaba la 
esperanza de que ese último acto heroico hubiera servido para acabar con
 la amenaza de los dos dioses y ya de paso purgar muchos de sus antiguos
 pecados.
Darrell volvió a romper el silencio. -¿Reconoces el sitio?-. Awender 
dudó por un momento y Darrell continuó hablando. -Esta fue la morada del
 Innominado durante decenas de años, aquí luchamos y vencimos a los 
seguidores del dios Moander. Sin duda nuestra más legendaria herencia.- 
Awender miraba a su amigo. Sin duda conocía el sitio pero era como si su
 mente hubiera necesitado de una pequeña ayuda para recordarlo. Eso le 
desconcertaba; y el desconcierto le enfadaba.
- ¡Que haces aquí Darrell!. Tenemos encerrados a Sirina y Shiro. Ningún daño pueden hacer ya.-
Darrell miraba fijamente a su amigo. -Te mueres compañero. Ningún humano
 puede aguantar la esencia de dos dioses, ni siquiera tu. Y cuando 
mueras...-, - se volverán a liberar - Awender acabó la frase.
- Necesitamos encontrar a alguien que comparta contigo la carga -Darrell no paraba de mirar fijamente a su amigo.
- ¡Alias!- Awender lo dijo con la certeza de alguien que da con la solución de un problema.
- Alias está muerta, amigo mio-
-¡Es verdad!-. Awender se reprochaba no recordar eso. Se tapó la cara con ambas manos. - ¿que me está pasando, Darrell?. 
-Es este sitio. Igual que le pasó al Innominado, afecta a tus recuerdos.
 Por eso debemos darnos prisa. Debemos encontrar a la otra persona que 
puede ayudarte a sobrellevar esta carga y así liberarte de esta cárcel.-
Entonces Awender comprendió a quién se refería Darrell y fue como si cien dagas le atravesaran el pecho.
El guerrero se levantó de su asiento tirándolo al suelo. - ¡Jamás!, ¿te enteras?, ¡JAMAS! - 
El hechicero miraba impasible como su amigo le miraba apuntándole con el dedo, con un rictus de odio en la cara. 
-¡No me he pasado los últimos años de mi vida protegiéndola para que ahora los de tu calaña le pongan la mano encima!-.
Darrell siempre había intuido el odio que Awender sentía por los 
hechiceros, desde luego entendible, sobre todo, a partir de lo que 
descubrió con el tatuaje. Y al fin y al cabo, aunque su amigo, él era 
uno de ellos.
-Awender, ten en cuenta... -. -¡NO!, ¡escúchame bien!. ¡No digas nada, 
no quiero que me engatuses con tus hechizos!- Awender cogió la silla 
tirada en el suelo y la lanzó contra Darrell. Esta, atravesó la figura 
del hechicero estrellándose y rompiéndose en mil pedazos contra la 
pared.
Awender cayó de rodillas. El odio y la impotencia recorrían su cuerpo. 
Golpeó con su manos desnudas el brillante suelo de la sala hasta 
llenarlo de rojo sangre. Darrell se acercó y le puso la mano en el 
hombro a su amigo.
- ¿Por qué ella Darrell?-
- Es tu hija Awender, comparte tu maldición. Ahora mismo ella es la única esperanza de Glorantha-
Awender se volvió a levantar y miró fijamente a los ojos azules de su amigo.
- Prométeme que vivirá -
- Os prometo que, ambos, viviréis -
Awender miró al infinito, hacia la encarnada lucha de ambos dioses.
...
Tae y Raudo observaban atónitos los cuerpos de sus dos amigos. Ambos 
sentados en sus respectivos asientos dentro de un círculo de velas. Solo
 habían pasado un par de días de su encuentro con Darrell y unas cinco 
horas desde que el hechicero entró en trance. Desde entonces ningún 
gesto, ningún movimiento hasta que de pronto y sin previo aviso, Darrell
 volvió a abrir los ojos y sonriendo se dirigió a sus amigos.
-  Recoged las cosas, partimos hacia Glamour -
[continuará]

Un comienzo muy interesante y prometedor
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