viernes, 28 de febrero de 2014

El Fiero Paso del Dragón - Herencia - Tercera Parte

- ¡Venga ya! – Exclamó Raudo tras recorrer atónito la desastrada taberna - ¿Es que nunca vamos a terminar de encontrarnos los cuatro? Impostores, Dioses, raptos y desapariciones... ¡Así como queréis que echemos esa partida a los dados que tenemos pendiente!

- ¡Desatadme de una vez, bribones del tres al cuarto! ¡Viles raptores! ¡Ya veréis cuando os cojan los hombres de mi padre! – Era la tercera vez que la joven Lady Tessa se libraba de la mordaza que le habían tenido que poner no sólo para evitar que su timbre de voz se clavaba en los oídos del ladrón y del mago como finos alfileres, también para evitar los mordiscos que lanzaba en cuanto podía – ¿Qué buscáis? ¿Dinero? ¿Quizás joyas por mi rescate? Pues nada de eso os será dado. Será la muerte lo que halléis. Colgados, desmembrados frente al templo de Diosa Roja, como viles cuatreros que sois. Y eso si no os encuentran antes los sirvientes de mi prometido, el hijo Sultán de Glamour. Ellos sí que os harán sufrir y desear los duros picos de los cuervos del templo clavándose en vuestros ojos. No sois más que ratas, alimañanas, ¿Qué digo? Peor aún, sois como chinches de alimañas[...]

Lady Tessa habría continuado indefinidamente con su amenazante monólogo de no ser por el leve gesto y el aún más imperceptible murmullo de Darrell. No había tenido que usar ese viejo y simple hechizo desde la época en los caminos vez que tuvo que cerrar la boca a Raudo. Pero la hija de Awender era terriblemente Tenaz y pese a tener sellados los labios, no dejaba de emitir molestos sonidos mientras su cara se teñía de un rojo cada vez más iracundo

- Se ve que has perdido práctica amordazando damas –  Comentó divertido el mago mientras - ¿En qué más has perdido práctica, embaucador?

- Créeme, todo lo demás funciona bien – Respondió el hábil embustero frotándose el dolido antebrazo por un certero mordisco de la hija de Awender - Desde luego, no se puede negar que el genio lo ha heredado de su padre. No poderla callar ni amordazada debe haberlo sacado de su madre

Lo que a simple vista hubiera pasado por ser un asalto y un rapto por parte de los Garras Rojas se había convertido en algo mucho más complicado. Tras observar con detenimiento lo que hasta ahora había sido el lujoso y seguro centro de operaciones de Raudo en Glamour, estaba claro que la cosa no era tan simple.

Una botella a medio beber. Los cuerpos abatidos, abandonados y sin registrar con sus máscaras aún la cara. El temible hacha de Tae apoyada apaciblemente tras la silla. El sarcófago que protegía el cuerpo de Awender, o más bien de la dolorosa aura mágica que brotaba del cuerpo de Awender intacta.

No, definitivamente no habían sido los Garras Rojas los que se habían llevado a sus amigos, ¿Qué había pasado entonces? ¿Era posible que esas marcas en el suelo indicasen que Awender se había levantado por sus propios medios y se hubiera marchado cargado con Tae?

Mientras Raudo observaba desde una prudencial distancia el enrojecido rostro de Lady Tessa buscando parecidos con su padre, comenzó a hablar casi sin querer. Pese a los años, el pícaro seguía siendo incapaz de mantener la boca cerrada mucho tiempo.

- Tenemos que averiguar dónde están nuestros amigos, qué ha pasado con ellos, rescatarlos de dónde quiera que estén, librar a Awender de uno de los dioses que su cuerpo alberga, pasándoselo a su hija - esa a la que acabamos de raptar y ha resultado ser la prometida del hijo del Sultán - y ya de paso salvar a media Glorantha de la devastación de la malvada Sirina – Mientras hablaba, Raudo golpeaba distraídamente con el pie la máscara de uno de los Garras Roja caídos bajo el hacha de Tae.

Y todo ello, claro está – prosiguió diciendo el truhán - mientras evitamos las centurias del Sultán, que a estas horas deben estar ya removiendo cielo y tierra por encontrar a – Raudo hizo una burlona reverencia – la noble hija de nuestro querido amigo Awender, el ejército personal de Lord Arlyan y a los Garras Rojas... Bueno, eso que sepamos. Darrell, recuérdame cómo nos hemos metido en este lío.

Raudo intentando ser ingenioso, había planteado una cuestión que hasta ahora no se había parado realmente a pensar ¿Cómo habían acabado metidos en todo este lío? Con una seriedad poco habitual en él, se giró hacía el mago. Éste ocultó su rostro un poco más entre las sombras de su túnica.

- ¿Qué es lo que ha pasado realmente aquí, Darrell? Yo tenía mi tranquila vida persiguiendo faldas en la corte, picoteando flores, un día aquí y otro allá, ¡ah! y asesorando en mis ratos libres a los nobles, cuando recibí esa carta que venía firmada por ti... Hacía casi 15 años que no había tenido noticia tuya. Será divertido volver a encontrarnos todos, me dije, y acudí a la cita. Pero no, decididamente no ha sido divertido.

Raudo continúo hablando a la par que hacía un repaso de todo lo sucedido desde que la aventura le sacara del placido retiro en el que se había albergado - Esa noche en la taberna del Paso del Dragón no fuiste tú el que apareció. Se trataba de un siervo de Sirina, la vengativa y cautiva diosa de las aguas, el que se sentó esa noche con nosotros.

El impostor nos engañó haciéndonos creer que eras tú, diciéndonos que Glorantha estaba en peligro y mandándonos a una falsa y terrible misión para distraernos. Para llevarnos lejos y que no llegaras a reencontrarte con nosotros. Y así hicimos, pero en el último momento, cuando teníamos la daga en el cuello de la Nauhel, la bella Sacerdotisa del Lago del Cielo Caído, nos dimos cuenta que todo era un farsa. Que habíamos sido engañados y que no debíamos acabar con su preciosa vida. Y lo supimos porque tú mismo habías estado en su templo poco tiempo antes y le habías dado un amuleto protector... por si acaso, nos dijiste cuando nos explicaste de qué se trataba todo. Pero las cosas nunca se hacen porque sí. Y menos cuando quién está detrás es un mago.

Después de eso seguimos buscándote mientras los Garra Roja seguían nuestros pasos. Y de nuevo uno de los siervos de Sirina logró engañarnos usando sus viles artimañas, sí deliciosas pero viles. Nos encaminamos hacia la Mina de las Cien Estaciones dónde creíamos que daríamos contigo. Pero fue con la propia Sirina con la que topamos. Con ella y con la inesperada aparición del Dios Dragón. Tras una terrible lucha entre ellos todo acabó cuando, tras tantísimo tiempo, el maldito tatuaje de Awender brilló con más fuerza que nunca atrapando a los ambos Dioses. Y casualidades de la vida, todo pasó cuando te encontrabas justo al lado.

La energía de los dos Dioses fue demasiado para Awender, que cayó rendido mientras las fuerzas que atrapa en su interior aún luchan por escapar. Y aquí estamos, en Glamour, con la hija secreta de Awender. Esa de la que nadie, salvo tu, había oído jamás hablar. Los Dioses siempre son caprichosos, pero los magos lo son aún más.

- Vamos Darrell – Dijo por fin Raudo mirándole directamente a los ojos - ¿Qué me he perdido?

- Es mejor que no sepas más, amigo – Contestó Darrell desde la oscuridad de su túnica – confía en mí y todo saldrá bien.

- Creía que el embaucador del grupo era yo. No, no iré a ningún lado contigo hasta que me cuentes lo que escondes.

Darrell conocía demasiado bien a Raudo como para saber que hablaba en serio. Meditó por un momento cómo enfrentarse a lo que tenía que contar y con voz temblorosa comenzó su relato

- ¿Recuerdas el día nos separamos para seguir cada uno con su camino? Tae añoraba sus mares y sus puertos, tú buscabas el gran engaño y las mil conquistas, Awender seguiría con sus armas y su sombría figura y yo deseaba vagar en el interior de la Torre Espiral y sus libros. Pero uno de los cuatro se alejó de su senda. No, no me mires así Raudo. No fui yo.

Fue Awender el que abandonó la senda del guerrero. Sí, durante una corta etapa de su vida colgó sus armas y las cambió por una sencilla vida aislado del mundo. Durante una corta etapa de su vida fue feliz.

Fue una casualidad la que llevó a Awender a toparse con una decena de oscuros orcos acosando, atemorizando, divirtiéndose a costa de una joven y bella mujer que se encontraba sola y asustada, bañándose en el interior de una poza. Desde el borde, los orcoides emitían sus intimidantes gritos sabedores de su efecto, lanzaban piedras y amagaban a la joven con sus lanzas.

Awender, sin dudarlo, se lanzó a salvar a la hermosa dama acabando en un instante con sus atacantes. Cuando lo hizo, ella salió de las aguas. Desnuda, hermosa y agradecida. Y Awender no pudo hacer otra cosa que enamorarse de ella.

Pero Dero no era una mujer cualquiera. Era una Nereida, una ninfa del agua. Y pese a que pertenecían a mundos distintos, juntos vivieron una historia de amor. Ella abandonaba las aguas a las que pertenecía todas las noches para reunirse con él – No puedo quedarme más allá del amanecer, es mi naturaleza - le decía siempre antes de desaparecer en las aguas.

Pasaban la noche en la pequeña cabaña que el guerrero había construido junto a la poza. Fue allí donde concibieron y nació Lady Tessa – Al oír su nombre, la muchacha palideció de golpe - Una niña preciosa, completamente humana, que no podía vivir en las aguas de su madre.

Dero debía abandonar cada día a su amor y a su hija y volver a la poza. Hasta que un día no lo hizo – Entiéndelo – decía cada día con una tonalidad más grisacea – No puedo alejarme de vosotros, aunque enferme por ello. Durante una luna estuvo en tierra firme, sin separarse de Awender ni de la pequeña Tessa.

Pero Dero tenía que volver a las aguas si no quería morir. Debía volver aunque solo fuera un día para recuperar su vitalidad. Así lo hizo. Cuando cayó la noche Awender fue a buscarla a la poza. Pero lo que encontró fue su cuerpo inerte flotando en ella.

Fue entonces cuando Awender vino a buscarme. Venía cargando con el cuerpo de su amada y con su pequeña y preciosa hija. Quería que le devolviera a la vida, pero yo no podía. Nadie podía. Hice lo imposible, pero Dero era una criatura de las aguas y ningún mortal podía devolverla a este mundo.

Leí las estrellas, estudié nuevos hechizos, recorrí la senda que no debí nunca emprender para intentar traerla de vuelta pero lo único que vi fueron avisos, advertencias. No sobre la madre, que ya nada se podía hacer por ella, si no por la hija.

Nadie debía saber de su existencia, nadie debía relacionarla con su madre, su padre, con nosotros... Intenté averiguar de mil maneras distintas el porqué de las advertencias, pero nada me era revelado, los Dioses no lo permitían.

Incapaz de saber más sólo había una cosa clara, la niña debía crecer en el total anonimato. Nadie debía saber jamás nada de sus orígenes. No fue fácil convencer a Awender de que debía abandonar a Tessa, su hija. Debía hacerlo por el bien de Glorantha, por nuestro bien y sobre todo por la seguridad de su hija. Debía alejarse para siempre, y al final logré convencerlo.

La niña fue entregada en una de las llamadas casas de acogida de Glamour, una institución a medio camino entre un orfanato y un mercado de esclavos. Allí fue donde creció hasta que fuera comprada por Lord Arlyan. Awernder y yo prometimos no visitar ni tener contacto jamás con la niña. Yo cumplí nuestro pacto, e hice todo lo posible por no saber nunca más de la niña. Él en cambio nunca llegó a cumplir la promesa. Siempre cuidó y preocupó de ella desde la distancia, la vigilaba, seguía sus pasos...

- Mmmm – Fue la callada exclamación de Lady Tessa ante las revelación de Darrell. Raudo y ella miraban al mago con incredulidad hasta que Raudo irrumpió  – Y ¿Qué tiene todo esto que ver con Sirina?

- Todo – Darrell se quitó la capucha y agachó la cabeza – Todo tiene que ver con Sirina y todo es mi culpa. Culpa mía, sólo mía. De mi ego, de mi curiosidad, de mi ansia por saber más allá de lo que nos está permitido.

Nunca dejé de pensar en Awender, en Dero, en la pequeña Tessa… pero sobre todo en porqué no me estaba permitido saber más allá de esas advertencias. Todos estos años de estudio en la Torre Espiral han estado siempre orientados a averiguar por qué había que esconder a la niña, qué había detrás. Quería descubrir la verdad que se me había negado anteriormente por todos los cauces. Quería saber hasta dónde podía llegar.

Como mi impostor os contó en la taberna, he estado todo éste tiempo estudiando los entresijos que unen tiempo y materia. Si no había otra manera había decidido que yo mismo tiraría de los hilos, jugaría con ellos para ver lo qué pasó y lo que está por pasar, jugaría a ser un Dios. Y así, explorando nuestro plano del tiempo algo inesperado ocurrió.

En mi viaje descubrí la razón que hacía volver cada amanecer a Dero a la poza. Dero era una nereida de Rio Cielo, una sirviente de Sirina. Debía volver a la poza todas las noches, no sólo por su naturaleza acuática, también por no despertar la ira de su ama, a la que debía rendir pleitesía cada noche.

Pero cuando Dero tras dar a luz decidió no volver a la poza, Sirina notó su ausencia. Durante una luna Sirina esperó paciente su vuelta. No le importaba esperar el tiempo que hiciera falta para castigar ofensa ya que
siendo una Nereida, Dero debía volver alguna vez a su poza si no quería morir.

Cuando al fin Dero apareció en las aguas, la enloquecida Sirina pidió explicaciones, pero Dero no dijo nada – Ha sido un error, mi Diosa, nunca más volverá a pasar, perdóname dijo – Pero de sus labios no salía nada más, por mucho que la terrible diosa le preguntaba. Debía proteger a su hija y a Awender aunque eso significase enfadar aún más a la cautiva Diosa.

Cada vez más iracunda Sirina golpeaba a Dero, buscando una explicación, castigando su osadía, repitiendo sus preguntas una y otra vez… Vi como Dero dio su vida para proteger a Tessa, su amada hija, a Awender, su amado hombre.

Y entonces sucedió lo inesperado, mientras observaba este hilo del tiempo, Sirina me descubrió espiando, observando su historia. Mirándome a los ojos supo de la existencia del amor de Dero por un humano y su traición, y supo también del fruto de su amor, Tessa.

Yo intenté ocultar mis pensamientos, pero su poder era inmenso y apenas pude crear un laberinto de imágenes con el resto de mis recuerdos, mis aventuras para confundirla… Mezclé la historia con la del resto de mis amigos, con las vuestras, para proteger a Awender, a Tessa. Y para hacerlo os he puesto en peligro a todos.

Escapé como pude de las garras de Sirina. Volví, al borde de la muerte a nuestro plano, a nuestro tiempo. Intenté avisaros sobre el peligro que nos acechaba, unirnos de nuevo para intentar solucionarlo, pero ella se me adelantó. Ahora Sirina busca a la hija de Dero.

Ahora sé porqué se me negaba saber.

***

Tae despertó con la agradable sensación de sentirse mecido por las aguas. Durante un instante pensó que se el dolor de cabeza que era debido a alguna buena borrachera que se había ganado a pulso en alguna travesía con su galeón y sonrió orgulloso. Pero al intentar llevarse las manos a la cabeza, se dio cuenta que estaba atado. Abrió los ojos extrañado, para encontrarse frente a él la realidad, con la forma de Awender.

Algo desorientado y extrañado le observó un instante. Vestía una larga túnica roja, a juego con esa ola de energía que le envolvía, cada vez con un color más brillante, cada vez más grande.

- Rápido Awender – le apremió tras ver que no había nadie más en la bodega -  desátame y tomemos el barco.

- ¿QUieRes… dEJar dE lLAmaRMe AsÍ? - AÚn nO TE haS dADo cUEntA… De qUiÉN SoY? Tú MEjoR qUE NAdiE, MarINERo, DEberIA SaberLO. tÚ MEjoR qUE NAdiE, MarINERo… DEberIA SABer A dÓNde NaVEGaMoS

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