Esta historia que os voy a contar
pasó hace mucho, mucho tiempo, en verdad.
Trata de una princesa descarada
que de su castillo y reino fue raptada.
El dragón fue el autor de tal ultraje
y a su guarida se la llevó con todo su equipaje.
El rey, embargado por la tristeza,
a un sinfín de caballeros convocó para la siguiente empresa.
-”¡A la princesa teneis que rescatar!”-dijo
-”¡Y la cabeza del dragón quiero para mi cortijo!”-.
Solo un caballero el honor tendría de ser el elegido
y miles de ellos se presentaron para ser escogidos.
El rey una decisión dificil tenía
porque todos los caballeros gozaban de una gran valentía.
Entonces, una valiente y emplumada lechuza sobrevoló la reunión
y sobre uno de los caballeros un regalito dejó.
Como una premonición el rey esa acción tomó
y a ese caballero, en concreto, para la misión escogió.
Talis, el raudo, el caballero se llamaba
y de gran presencia Talis gozaba.
Rápido con la espada decían que la usaba
pero más rápido era con las piernas cuando la situación degeneraba.
Durante horas, días y meses Talis cabalgó
y al final la guarida del dragón encontró.
Con mucho cuidado y espada en ristre entró
pero nadie de la casa salió.
Buscó y buscó entre los tuneles de la cueva
y tras mucho buscar superó la prueba.
A una gran sala llegó
pero ni rastro de la princesa y del dragón vió.
Entonces tras él, algo apareció,
¡una lechuza!, que delante de él se posó.
Bella era la lechuza sin lugar a duda
y con una voz suave y aterciopelada
comenzó la siguiente balada.
-”Si a la princesa quieres encontrar
la siguientes pruebas tendrás que superar”-.
[continuará]
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