William Jacques Barnes se miraba en el anodino espejo del cuarto de baño del Juzgado. Su rostro aparentaba el de un hombre de unos treinta y pocos años. Vestía con botas de cuero negras y el uniforme azul marino. Mientras esperaba una señal para actuar, echó un rápido vistazo a su cara, a esa cicatriz en el ojo izquierdo que, de una manera u otra e inevitablemente, todas sus versiones en el tiempo acababan teniendo.
Al instante oyó ruido en el pasillo, un golpe, una caída, gritos. También oyó al William de este tiempo y esta realidad vocear - ¿Que se siente al ser un héroe? ¡Gilipollas! – y el posterior alboroto. Era hora de actuar. Salió del baño y se acercó al tumulto que se estaba formando junto a las escaleras. El William Jacques que acababa de viajar en el tiempo sacó de su traje una especie de granada de alta tecnología. La confusión y la conmoción por lo que acababa de suceder era tal que nadie parecía mostrar interés en él. Estaban demasiado ocupados gritando, llorando o tratando de agarrar y linchar al joven asesino. Así que únicamente él, Bad Williams, pareció verle y reconocerse.
Mientras William activaba el dispositivo, la cara del joven Bad Williams se desencajaba de miedo. Al fin pudo reaccionar y temiendo que la bomba explotase comenzó a gritar – ¡Ahí arriba! ¡Nos va a matar a todos, es un terrorista! ¡Detenedle! - y entonces, Bad Williams y todos los presentes perdieron el conocimiento.
El dispositivo que William Jacques acababa de activar era una bomba temporal, a partir de este momento dispondría de 5 minutos durante el cual él sería la única persona que podía interaccionar en el continuo espacio-tiempo. El resto de los afectados de la explosión temporal se lo perderían todo. Estarían allí sus cuerpos, tendidos, petrificados. Vivos, pero anclados en el pasado. Cuando todo pasara, simplemente tendrían una sensación de haberse desvanecido, de perdida de conocimiento.
La primera vez que viajó atrás se impresionó al verse a sí mismo, ahora, cientos de veces más tarde, apenas sentía una leve curiosidad de ver que había sido de sí mismo en esta pervertida versión del mundo. Desde que los cambios en el tiempo comenzaron a aparecer, la historia era un auténtico caos y el estaba en el centro del huracán.
En su realidad, no hubo accidentes de tráfico, ni noches locas hasta arriba de droga, no llegó a ser presidente, ni por supuesto sicario de ningún mafioso, tampoco fue un guitarrista famoso ni un aburrido funcionario. Y todo porque, a diferencia de todas las demás versiones, él sí que llegó a visitar el parque de atracciones “AmazingWorld”. Allí una atracción basada en el libro de George Wells, la máquina del tiempo, le fascinó tanto que dejó de querer ser astronauta para querer convertirse en el primer viajero, ya no del espacio, sino en el tiempo... pero se le adelantaron.
Por paradójico que fuera para el inventor de la máquina del tiempo, no tenía tiempo ahora para pensar en esas cosas. Tenía que buscar pruebas, indicios, intentar averiguar algo en esta realidad, algún rastro, que le llevara a comprender qué había pasado. Averiguar cuando y porqué comenzaron los cambios y devolver todo a su estado normal. Por mucho que se esforzara, cada vez que arreglaba un cambio y creía que su mundo volvería a ser el que era, aparecían otros cambios. Todos estaban relacionados con su vida, con su viaje a “AmazingWorld”, a partir de ahí, tenían lugar las más dispares consecuencias. El resultado era que a día de hoy todos los cambios estaban tan cruzados, tan entremezclados, que su realidad era cada vez más inestable, más irreal. Hasta tal punto que estaba a punto de desaparecer para siempre.
Cuando Williams vio el cuerpo inerte de Gong-Gae en el suelo, con el cuello roto, el corazón le dio un vuelco. No había lugar a dudas, era el. Pero ¿Qué hacía ahí? ¿Qué hacía Gae en ese tiempo y con ese aspecto? En este año, tendría que ser un joven de 15 años. Gae había sido su compañero de cuarto en la universidad, su confidente, su amigo. Fue quién le ayudó a construir toda la electrónica que necesitaba su invento para lograr viajar en el tiempo.
Su cabeza intentaba atar cabos a gran velocidad. Tenía una corazonada. Pero para comprobarla tenía que volver a viajar a la realidad en la que llegaba a ser presidente. El problema era que tenía que asegurarse que cuando viajara a ese momento del futuro, la historia fuera la que esperaba que fuera. Para ello tenía que cambiar pasado o no serviría de nada.
El efecto de la bomba de tiempo aún duraría un par de minutos. Atravesando la inmóvil marabunta que le rodeaba, llegó hasta Bad Williamsy antes de que el tiempo volviera a contar para el resto de los presentes le llevó a toda prisa a rastras hacia el baño.
- ¡Calla de una vez, nos van a encontrar! – Dijo Williams mientras Bad Williams seguía aún gritando que tenía una bomba - Mira jovencito, tu y yo estamos en el mismo barco
- ¿Tu y yo? – el joven Williams no salía de su asombro
- Sí, tu y yo – Williams no tenía mucho tiempo - Yo y tu, tu y tu, yo y yo, como prefieras. Escúchame. Me da igual lo que hayas hecho en esta realidad. Sé que eres un buen tipo. ¿Te acuerdas de la noche antes del accidente? Te costó mucho dormirte, estabas tan ilusionado por ver “AmazingWorld” que no podías conciliar el sueño.
- Sí, lo recuerdo – el sicario estaba muy confundido. Estaba a punto de preguntar cómo lo sabía pero se dio cuenta de que era una tontería
- Bien, pues tienes que viajar al pasado, a esa noche, e impedir que hagáis ese viaje, impedir el accidente - Williams no tenía claro que su joven reflejo le estuviera comprendiendo - Te mandaré al pasado y, da igual como lo hagas, pero ¡no permitas que tenga lugar el accidente!
- Y... - De pronto el joven Williams se encontró con la oportunidad que había esperado toda su vida, la oportunidad de cambiar su vida - ¿Cómo lo hago?
- Como te de la gana, yo que sé, lo que sea. Improvisa, seguro que se te ocurrirá algo - Williams puso su mano sobre el hombro del joven William - ¡Ah! recuerda que ese crío eres tú mismo, así que procura no tirarle por las escaleras como a Gae
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Mientras los médicos del presidente curaban sus heridas y Madeleine Sawnson y su equipo daban las explicaciones pertinentes, William pudo escabullirse por las entrañas de la Casa Blanca. Al pasar delante de la puerta del despacho oval escuchó al presidente, muy molesto, reprochar a Madeleine que si ella se hubiera encargado de su seguridad cuando le raptaron de crío, seguramente ahora estaría muerto.
Fue fácil llegar a la sala de comunicaciones, al fin y al cabo el presidente y él eran la misma persona. En las grabaciones de las cámaras de White Plains que encontró allí, se veía como el Prisionero Cero escapaba de su celda ayudado de un pequeño ejército.
Al ampliar la imagen Williams comprobó lo que se temía. Todos eran distintas versiones en el tiempo de Gong-Gae.
Ahora todo estaba claro, ahora sabía quién era el enemigo. La Guerra en el Tiempo había comenzado y de pronto fue consciente que él ya tenía también a su pequeño ejercito, que ya había reclutado a su primer soldado.
Arg, escribes realmente bien, me ha gustado mucho
ResponderEliminaruououou, tenemos un fan, bueno, arg tiene un fan :D.
ResponderEliminarY de las mejores :)
ResponderEliminarQue guay que te gustara, a ver si te animas un día a escribir algo!
Espero impaciente el próximo, yo creia que sería hoy, leer vuestros cuentos los viernes, es la mejor manera de empezar el fin de semana.
ResponderEliminarque rabia. un fan que tenemos y ya le hemos decepcionado
ResponderEliminarOs dais cuenta que la conclusion de Arg la han leido 50 personas?? Enhorabuena!!!!
ResponderEliminarSí, la verdad es que es increible :) Muchas gracias por seguirnos!!
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