A medida que las burbujas iban ascendiendo a la superficie del lago se alzaban olas que avanzaban al lugar donde Raudo, Tae y Awender contemplaban lo que a priori era una figura no más alta que ellos. No obstante, a varios metros de esa figura, dos columnas enormes, como viejos arboles blancos, de grandes ramas y sin tan siquiera una sola hoja se alzaban hasta lo más alto de la caverna.
La figura tenía un aspecto parcialmente humano. A medida que la humedad se retiraba del ambiente su aspecto se tornaba más y más fantasmal. Llevaba una oscura corona adornada con un juego de calaveras de cuyas bocas salían fantasmales tentáculos. Estos entraban y salían a su antojo. De su espalda salían restos flotantes de piel que bien podrían haber sido manos en otro tiempo. Una enorme y pesada capa se desplomaba sobre sus lánguidos hombros dándole una extraña majestuosidad. El efecto era debido a que la silueta que dibujaba la tela era mucho más musculosa que el hombre que parecía portarla.
Un hombre; eso era mucho decir. Una momia si acaso. Su piel era casi transparente y sus ojos vidriosos y muy serios. Lo que parecía una barba era en realidad un halo de luz que se hundía en el lago y cubría el espacio donde deberían estar sus piernas. Sus huesudos brazos se entrecruzaban esperando una respuesta de sus visitantes. Pero la comitiva, incluso una tan habituada a situaciones extravagantes, no sabía muy bien que decir. La figura rompió el silencio por ellos.
- Si nada tenéis que decir. ¡Marchaos! – Los tres visitantes se miraron y respondieron al unísono.
- ¿¿Cuál es tu nombre??
- He recibido muchos nombres, y muchos más están por llegar. Algunos se recuerdan más tiempo que otros, pero al final todos se olvidan.
Tras varias peleas, dormir en el suelo, comer raciones y bajar hasta las entrañas de una montaña, ninguno de los héroes estaba para filosofías. Tae, el curtido Señor de la Costa, menos que nadie.
- ¡Maldita seas criatura! ¡Tienes a nuestro amigo atrapado! Suéltalo ahora mismo o te ahogaré con tus propias barbas. – La criatura mantuvo su pose, impasiva ante las amenazas.
- ¿Atrapado? Qué sabrás tu lo que es estar atrapado. Yo llevo aquí más de lo que tú te atreverías a llamar una eternidad. Cientos de héroes como vosotros han venido en busca de tesoros y gloria. Todos fracasaron. Como vosotros también fracasareis.
- ¿Y por qué demonios nos has traído aquí? - Tae sentía unas ganas tremendas de golpear algo.
- Yo no os he traído. Habéis venido vosotros.
La mano de Raudo se poso sobre el hombro de Tae para calmarle. Era una señal de que quería hablar.
- ¿Y Las señales? ¿Todos esos trucos? ¿Toda esa magia?
- Si. Hay magia en mí. O al menos la hubo. Pero no se de qué trucos hablas.
- ¿No sabes nada de la bruja en el Lago del Cielo caído?
- Siempre hubo aspirantes a Dioses intentando dominar el mundo exterior. Harlin fue el último en buscar ese poder aquí. Pero sus oscuros métodos también fracasaros.
- ¿Harlin el Enano? Pero la leyenda dice…
- Las leyendas son para humanos tontos. – La resignación caía en sus palabras.- Si. Tenéis una existencia corta y predecible. Componéis canciones, escribís mitos y rezáis las más absurdas oraciones una otra y otra vez. Llevo toda la eternidad obligado a escucharos. Obligado a recibir ofrendas y sirvientes que de nada me sirven. Incluso sacrificios. Si. Harlin no era diferente. Hace mucho tiempo cavó estos túneles. Harlim el Enano. Intentó convencerme, doblegarme y utilizarme a su voluntad. En cuanto se aburrió abandono la mina y me dejó abandonado, como tantos otros han hecho. – Desde luego no era la historia más épica de nuestros héroes.
- ¿Y por qué estás aquí?
- Yo... no lo recuerdo... vine a hacer algo… y lo olvide. Llevo aquí tanto tiempo que ya no importa.
La sorpresa y la indignación eran palpables. Por un lado Raudo quería saber más. Quería saber quién y por qué los habían traído hasta aquella caverna. Tae estaba a punto de meterse en el agua a, según él, rescatar a Darrell, solo a Darrell, y salir de allí. Pero las burbujas ya no estaban. Habían sido arrastradas por la corriente. Se alejó en su búsqueda justo en el momento en el que la historia se ponía interesante.
- Hace poco vino un mortal. Uno que busca algo de verdadero valor. Vendrá pronto.
Los ojos de los héroes se abrieron como platos.
- ¿Recuerdas cómo era?
- ¿Recordarías tú a un insecto entre un conjunto de millones? No, no lo recuerdo. – los ojos del solitario Dios abandonaron a nuestros héroes y se giraron en otra dirección. - Si nada tenéis que decir. ¡Marchaos!
Raudo y Awender vieron lo que parecía imposible. ¿Les estarían engañando sus ojos? Darrell, la adivina y una comitiva de diez personajes armados hasta los dientes se levantaban de su tumba acuática.
- ¿Darrell? – Pregunto Awender sin mucha fe.
Sin mediar palabra los doce sacaron de entre sus ropajes unos colgantes que no dejaban lugar a dudas la hostilidad de los nuevos invitados. El ahora conocido falso Darrell pronunció unas palabras, dejando ver su verdadero rostro.
- Ya no hacen falta mascaras, ¿verdad caballeros? Bueno, este aburrido de ahí es Shiro, el Dios Dragón.
- ¡La puta del Mar! Gritó Tae desde lo alto de una roca. – Por suerte para él el aspecto de la adivina permanecía, sin ningún atisbo a cambiar como lo había hecho el del falso Darrell.
- Os estamos realmente agradecidos. Ese mago amigo vuestro ha sido un estorbo todo este tiempo. Confieso que estuvo a punto de estropearnos el plan. Y seguro que lo hubiera hecho si hubiéramos dejado que os encontrara. Pero con vuestros… viajes – sonreía con una satisfacción capaz de herir cualquier orgullo - Nos habéis hecho ganar tiempo. – El pensamiento era también unísono esta vez.
- “Maldito hijo de…”
- No hace falta que disimuléis. Estáis cansados, debilitados. Viejos. – esto último lo dijo alzando la voz – Y también vuestro amigo. Que venga si quiere. Que venga a contemplar el resurgir del Mar ¡Arrodillaos ante el resurgir de la Diosa Sirina!
La comitiva al completo hundió sus amuletos en el agua mientras rezó una rápida oración. Cuando terminaron volvieron a colgárselo al cuello y se pusieron en posición de combate. Lo mismo hicieron los héroes, “dazzle” y “stone” habían sido las primeras en ver la luz. Shiro era el único que permanecía inerte ante el espectáculo.
- Otro insignific…
La rapidez con la que los tentáculos arrastraros el fantasmal cuerpo de Shiro a las aguas los cogió de sorpresa. El lago entero se retorcía. No paraban de salir más y más tentáculos, cada uno más grande que el anterior. Los dos árboles que surgieron con Shiro aparecían y desaparecían con los golpes. Se escuchaban gritos agudos surgidos del más oscuro de los infiernos. Gritos no humanos. Gritos que se convirtieron en un gran estruendo cuando las dos enormes figuras, enzarzadas en una batalla por la vida y la muerte, abandonaron por unos segundos las profundidades. Kraken y Dragón frente a frente. Cada uno luchando por ganar su territorio. Un Kraken horripilante de resbaladizos tentáculos y un Dragón de retorcidos y arrugados cuernos, como viejos arboles, de una piel tan sucia y abandonada como su parlante y deprimido jinete que, aun así, no iba a renunciar a la victoria.
La batalla por la supervivencia en la Mina de las Cien Estaciones no había hecho sino comenzar.
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