viernes, 1 de noviembre de 2013

El Pacto de las Viudas - Tercera Parte


Los Picasso, Braque y Matisse ardían en las paredes del piso de Madison. Caroline hacía un esfuerzo enorme para arrastrar el pesado cuerpo del payaso sobre el suelo de mármol. La puerta de entrada aún estaba lejos y el humo y las llamas hacía que no parara de toser y llorar. La idea de que jamás saldría viva del piso con el peso muerto de su compañero pasó por su mente como un rayo. Alcanzó un jarrón muy caro y tremendamente bonito que contenía una quemada flor de lys y tiró toda el agua que contenía sobre el rostro del hombre inconsciente. Presa del pánico gritó, lloró y clavó sus uñas de porcelana en el cuerpo del payaso pero este no reaccionó. Estaba desesperada, no sabía qué hacer, demasiado cansada para seguir cargando con ese enorme y pesado saco.
Pasado el ataque de ira, pensó en que quizás la máscara no le permitiera respirar bien. Se la quitó y el rostro que descubrió no era el que pensaba.

24 HORAS ANTES

Mientas Caroline andaba rápidamente por las calles de un lujoso barrio de la ciudad pensaba en lo que hacía unas horas le había contado su amiga Madison.

-Todo empezó como un pequeño grupo de apoyo de chicas que no habíamos tenido mucha suerte con los hombres. Entre nosotras nos dimos fuerza y ánimos para tomar las riendas de nuestras relaciones. Decidimos que antes de que nos dejaran ellos lo haríamos nosotras. Como si estuvieran muertos para nosotras.
Pero algunos chicos se ponían un poco pesados y había que dejarles claro como estaban las cosas y quienes eran las que mandaban. Alguno, incluso, bueno, no salió muy bien parado. - Madison no paraba de llorar. – Entonces me fui a Europa, huyendo de todo esto, de las chicas. Cuando volví, creía haber dejado todo eso atrás, que las viudas habían desaparecido que podría empezar de nuevo con Hugh. Pero estaba equivocada-.

Cuando acabó de contarle la historia a Madison le entró un ataque de histeria, la tuvieron que sedar y la doctora Kadie anuló su salida del hospital hasta que vieran su evolución.  Fue entonces,  mientras Caroline intentaba localizar a Hugh para advertirle, cuando a Madison en sus sueños se le escapó un nombre Katherine Crushlow.

Caroline observaba su edición especial de Iphone nuevo decorado con diamantes de svarowsky. Gracias a las cuentas de Katherine en las redes sociales supo que era una mujer que estaba a punto de llegar a los 40 años. Abogada de éxito y que vivía en una gran casa en Queens. Contemplaba la gran mansión de dos pisos de altura a la vez que la foto que tenía en el móvil y que Katherine había alguna vez usado como perfil de facebook. En la imagen aparecía ella con varias mujeres más.
Los manolo´s hacían crujir los escalones de madera del gran porche de entrada. Llamó al timbre y un atractivo mayordomo abrió la puerta.

-Eh, hola, quería ver a la señora Crushlow -.

Sin mediar palabra el mayordomo se dio la vuelta y desapareció en la sombras. Al cabo de unos minutos llegó la señora de la casa. Una mujer de unos cuarenta años, muy atractiva, con un impresionante pelo largo liso y que vestía un traje de noche largo, azul eléctrico.

-Hola, soy… – se adelantó Caroline.
-¡Se quien es! - . Le cortó Katherine. La mujer sonreía. – Es la amiga de Madison. Por favor, pase -.
La abogada avanzaba por los mal iluminados pasillos del pequeño palacio.
-Solo quería hablar un momento con usted. Sobre Madison, está muy afecta… - Katherine la volvió a cortar. – Querida, tenemos tiempo, por favor, déjame invitarte a una copa.- La dueña de la casa se apartó mientras invitaba a Caroline a entrar en una sala.

El bolso de Gucci que Caroline cuidaba como si fuera su hijo se le cayó al suelo.  En la amplia sala perfectamente iluminada una decena de mujeres practicaban toda clase de perversiones con hombres semidesnudos;  una mujer vestida de amazonas lanzaba flechas a un atractivo Cupido, una mujer vestida de Bella comía sobre un hombre disfrazado como la Bestia, una chica vestida de maestra de ceremonias hacía pasar por un aro a latigazos a un hombre caracterizado como un tigre.  En el fondo de la sala, estaba Hugh, vestido solamente con unos calzoncillos de Armani y atado a una cama. Parecía inconsciente o peor, muerto. Caroline se dio la vuelta intentando escapar pero chocó con un… ¿payaso?. Era el hombre que había ido al hospital vestido con un horrible disfraz.

-¡Niña!, ¿ya te quieres ir?. ¡Si la fiesta solo acaba de empezar! - . Katherine la cogió de la manó y la sentó en una silla, no muy lejos de la cama donde Hugh yacía atado inmóvil. El aire de la sala estaba muy cargado y olía raro.

La cabeza de Caroline empezó a dar vueltas, se sentía muy débil. Katherine, a su lado, observaba al resto de mujeres, feliz, satisfecha, con una copa de vino en la mano.

-¿Qué queréis de m…?- apenas alcanzó a decir antes de caer inconsciente. Katherine la miró, como la madre que mira a la hija antes de darle una importante lección. Le acarició la cara. – Cariño, solo cuidamos de nuestras hermanas -.

[continuará]

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