viernes, 7 de mayo de 2010

Las Aventuras de los Goonboys, "La Cueva de las Brujas" Tercera Parte


Era una voz de otro tiempo, áspera, pausada, cansada, pero llena de maldad. La voz de una vieja mujer.

Aunque no veían, todos podían sentir como si alguien les observara. En la oscuridad se hacía patente el fuerte olor que salía de la estancia. Era una mezcolanza de esencias, algunas de ellas agradables, la mayoría nauseabunda cuyo resultado se asemejaba bastante al de la farmacia de doña Clotilde, que según cuentan por ahí ya era vieja cuando sus padres eran jóvenes.

La voz volvió a resonar en toda la estancia “Esperad, esperad, no os mováis pequeños. Ya voy para allá”

Asustados todos se juntaron un poco más, hasta tocarse. Paula abrazaba a su hermana pequeña que no dejaba de temblar y sollozar mientras, a oscuras, Marcos volvió a sacar su linterna y comenzó a iluminar la estancia que tenían ante ellos.

- ¿Dónde demonios estamos? – Preguntó Luís que no podía estar callado nunca
- Diantre, Luís, diantre, ¿Dónde diantre estamos? – Matizó Paula que no le gustaba que su hermana menor escuchara palabras malsonantes
- Bueno, pues ¿Dónde diantre estamos?
- Sin lugar a dudas estamos en la Cueva de las Brujas – dijo Gregorio zanjando la discusión – en la Cueva de las Brujas, y eso sólo puede significar una cosa…

Ante ellos la tenue luz de la linterna apenas dejaba entrever una estancia alta y alargada, con las paredes irregulares, repleta de viejos muebles y cachivaches. Un pájaro grande y negro alzó el vuelo y se refugió en la oscuridad cuando el haz de luz cayó sobre él… Pero no había rastro de que hubiera persona alguna dentro.

Sin pensar, como siempre hacía las cosas, Marco se acercó a una mesa que se intuía y allí encendió el candelabro lleno de velas que sobresalía por entre cientos de frascos, botes de desconocido contenido y un libro con extraños grabados.

Ahora, con más luz, pudieron ver completamente la estancia. La luz era extraña, más brillante de lo normal y las llamas de las velas creaban sombras extrañas aquí y allí. Al lado de la mesa con el candelabro había una destartalada estantería llena de viejos libros polvorientos, más allá tres camastros cubiertos con ásperas mantas grises al otro, al fondo una especie de chimenea, con las ascuas humeantes pero ya apagadas y sobre ellas, un enorme caldero negro cuyo contenido aún burbujeaba. Cerca del fuego, tres sillas mal talladas estaban frente a una mesa en la que había cuencos y cucharas de madera. Muy cerca a modo de arcaico laboratio un espacio con balanzas, aún más botes extraños, de colores y contenidos repugnantes, plantas secas, serpentines, un alambique y decenas de animales muertos, colgando del techo. Pero lo más inquietante era algo tan normal como un enorme espejo con el marco perfectamente tallado en madera de nogal que se encontraba cerca de los camastros.

- Demonios, digo, diantre, es, es, es – Luís no podía acabar la frase
- ¡Es genial! – acabó Marco – Esto sí que es una aventura en toda regla
- ¡Todo lo que contaba el libro de mi tatarabuelo era cierto! – La cara de Gregorio se iluminó un instante lleno de orgullo– ¡Esta es la estancia en la que se escondieron las brujas, la casa de las tres brujas! Cuando los aldeanos fueron a buscarlas, ellas se metieron en la cueva y la protegieron con un hechizo para confundirlos. Según cuenta, durante años entraban y salían de ella como por arte de magia e hicieron fechorías a su antojo, hasta que en una emboscada capturaron a dos de ellas… la tercera escapó y nunca más se supo de ella. En la laberíntica cueva nunca llegaron a encontrar esta estancia, pero mi tatarabuelo estaba seguro que debía existir y que debía estar cerca de la Caldera ¡Es esta!
- Seguramente entonces la voz sea un truco para asustarnos - concluyó Marco - ¡Vamos a investigar!
- Pero... pero... si es un truco... ¿Porqué está el caldero aún burbujeante? - Preguntó María
- Eso es lo que vamos a averiguar - Dijo sonriente Luís - Vamos allá

Tímidamente, pero más inconscientemente después, los cinco amigos comenzaron a recorrer la estancia. El cuervo negro, que estaba cerca de la chimenea, sobre su percha, no dejaba de observar todo lo que hacían los muchachos con sus brillantes ojos negros.

- ¡Eh! Las camas son cada una de un tamaño – dijo Luís divertido – aunque sólo una está desecha…
- ¡Y las sillas! ¡Y los cuencos también! – respondió Marco a grito pelado
- No gritéis – intervino Gregorio nervioso – ¡Y no toquéis nada!
- ¡Pero si no hay nadie! – rieron al unísono mientras tocaban todo lo que veían.

Un poco más al fondo, las dos hermanas observaban todo con mucho cuidado.

- Paula, Paula, ¡ven! – dijo María – la chimenea es larguísima, mira, mira. Sube hasta donde ya no se ve y se escucha ruido como de agua arriba… ¿Qué será?
- No lo se Maria, pero no te alejes de mí, este lugar no me gusta nada

Gregorio, por su parte, se había acercado al espejo. Había algo maligno y extraño en él. Al principio no se dio cuenta de lo que era, pero al hacerlo un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. En este espejo se veían las cosas reflejadas al revés de cómo lo hacen los espejos normales. Podía leer sin problemas las letras de su sudadera, pues estaban al derecho en el reflejo… y, al levantar una mano, el espejo le enseñaba su imagen con la otra mano levantada, de manera que al ponerla sobre el espejo, estas no se tocaban…

Nervioso fue corriendo a la mesa, de un manotazo apartó los botes, frascos y esencias hasta dejar un espacio libre. De su mochilla sacó el pesado libro de su tatarabuelo y lo plantó allí. Todos se dieron cuenta del nerviosismo de Gregorio.

- ¿Qué pasa Gregor? – Preguntó Luís mientras revolvía entre los libros de la estantería
- Chicos… - A Gregorio le costaba hablar – el, el, el espejo, algo he leído en el libro de mi tatarabuelo al respecto…
- ¿Qué le pasa? ¿Te has visto en él y te has asustado de lo feo que eres? – Con el comentario de Luís todos menos Gregorio se echaron a reír
- Es muy serio. De verdad – Decía Gregorio mientras pasaba las páginas del libro de su tatarabuelo sin parar – ¿Dónde estaba, donde estaba? ¡Aquí está, lo encontré, el Espejo del Extraño reflejo!
- Venga ya, Gregor – Dijo Paula intentando calmarle - Es sólo un espejo...
- Hermanita – Intervino la pequeña María – Será sólo un espejo, pero está empezando a hacer cosas raras, el espejo… el espejo está como… como ondulándose…

En ese momento el cuervo comenzó a batir sus alas y a graznar con fuerza e insistencia.


[Continuará]

1 comentario:

  1. Tercera entrega de la Cueva de las Brujas... la semana que viene, el esperado final!!

    ResponderEliminar